Jonathan Montes

Descripción fenomenológica sobre  la experiencia espiritual subjetiva como un modo de ser

Introducción
Al hacer una mirada histórica de algunos hechos religiosos, notaremos que la fundamentación de su sentido está arraigada a una explicación mítica de los hechos sobrenaturales. Desde la cultura primitiva,  la religión ha sido uno de los caminos epistémicos para dar una significación a todo lo que sucede de extraordinario en lo cotidiano de la vida. En este sentido, la vida religiosa no se puede comprender, sino es en base a esta epistemología divina.
Desde de la comprensión cristiana católica, el hecho religioso implica una espiritualidad como ese modo de ser o de vivir frente a los demás. Esta  fundamentación testimonial del  sujeto, es lo que caracteriza a un buen cristiano orientado por ciertos parámetros constitucionales. Como lo he mencionado en otra ocasión, el hecho espiritual  tiene  un sentido, un horizonte, un porqué de estar arrojado a la experiencia cotidiana de la vida.  Independientemente, de las creencias subjetivas que tengan los sujetos, siempre hay una creencia de algo que está más allá de nuestras condiciones humanas. Ahora bien, con  este documento no  pretendo dar ideas metafísicas de la espiritualidad como tal, sino, buscar evidencias sensibles de todo este fenómeno espiritual.
Es decir, con este documento no pretendo expresar si esta experiencia espiritual es maravillosa, absoluta, plena o si  esta tiene necesariamente un carácter trascendental y necesario para el ser humano. Lo que a mí me interesa es ver ¿Cómo se da esta experiencia espiritual en la vida de las personas de forma subjetiva? Es decir: ¿Cómo se experimenta o se vive esta divinidad en lo sensible de la vida, a través de hechos, palabras, discursos, sensaciones etc.? A mí no me interesa saber si esta espiritualidad conlleva a un  elevarse sobre los cielos como algunos santos lo han hecho. En este trabajo fenomenológico no me interesa abordar las experiencias místicas obtenidas por otras personas. Vuelvo a insistir, mi trabajo es buscar experiencias sensibles sobre la manifestación de una divinidad en los sujetos y como la viven. Claro está, que no quiero caer en un materialismo o en un positivismo, ni tampoco, quiero ver si hay verdades absolutas dentro de esta experiencia.
 Para ello, he tomado como sujetos de investigación a mis compañeros del seminario y a los reverendos padres que nos acompañan en este proceso. Además, la base teórica  que utilicé para esta investigación fenomenológica, está tomada desde la perspectiva del filósofo italiano Gianni Vattimo, el cual, a través de su libro: “Creer que se cree” ha desarrollado una visión espiritual desde un retornar a su esencialidad como tal, desde un proceso liberador de toda condición mítica o trascendente que distorsione la espiritualidad cristiana. 


Justificación
Al hablar sobre la justificación fenomenológica de todo este trabajo realizado, he tomado como referencia dos experiencias subjetivas y una argumentación teórica del filósofo Vattimo. Un día sábado me fui a la parroquia llamada: Señor de las misericordias, entré y me senté en la última banca de lado derecho y comencé a observar todo lo que pasaba a mí alrededor. En este lapso de una hora, vi entrar y salir gente de diferentes edades, cada uno llegaba y se arrodillaba frente al altar, algunos llevaban velas y otros no. Lo impactante de esta experiencia radica en que, muchas de estas personas eran mayores adultas. En un momento determinado, me acerqué a una persona conocida que se dirigía hacia el altar, y le pregunté ¿Cómo está?  La señora con una voz bástate baja y quebrajosa me dijo que: “estaba muy bien, solo que había unos problemas familiares y económicos a los cuales  no les hallaba solución”. Lo que me llamó la atención de toda esta experiencia fue que, al buen rato,  la señora regresaba de estar frente al altar y le pregunté: ¿Cómo se siente? Ella, con una voz clara, tranquila, con el cuerpo suelto y con un respiro me respondió: “me siento en paz, tranquila y con una respuesta a mi vida”
Me impresionó de forma profunda su respuesta, porque al hablar al inicio con ella, fue bastante doloroso ya que su experiencia familiar era bastante dura. Pero, al escuchar su respuesta después de esa experiencia espiritual, me dejó en una incertidumbre, porque había un cambio total en su forma de sentir y pensar. En este sentido,  me interesé por saber las significaciones que este fenómeno espiritual tiene para los sujetos que lo experimentan. Lo cual, cambia el sentir y pensar de los sujetos. Lo que sí estoy seguro y doy testimonio es que en los dos momentos de hablar con la señora, el último fue más impactante. Porque su situación era muy compleja, y escuchar su  respuesta después de tener esa experiencia espiritual, me dejó la siguiente interrogante y ¿aquí que pasó?
La segunda experiencia personal, ya la he manifestado en mis trabajos anteriores, pero quiero volver a retomarla porque ha tocado fondo en mi experiencia espiritual y porque ha sido muy significativa en este proceso.  Desde que inicié mi proceso de formación, se nos ha manifestado la necesidad absoluta de poder tener una experiencia de oración, ya que eso hará obtener buenos frutos en nuestro trabajo pastoral. El padre formador y mi director espiritual, me han insistido en que el elemento fundamental de la vida consagrada es la oración. En palabras de mi padre fundador diríamos “La oración es fuente de vida para el misionero”. A pesar de todas las significaciones que se puedan obtener  de esta experiencia, hay momentos en que la oración se vuelve una rutina de vida: aburrida, sin sabor, sin placer de vivirla, etc.  A veces pienso que este espacio espiritual se vuelve como una fuente estancada, donde el agua no camina y se ensucia.
Además, a veces pareciera que estoy sumergido en una figura de Dios fetiche, donde tengo que hacer cosas para agradar y  así recibir sus gracias. Muchas veces me canso de orar y de pedir que me dé la gracia de seguir adelante. Pero, esta complejidad  no suele sucederme solo en la oración de la  mañana, sino que también, en la tarde y en la noche. Como dijo un personaje de la película: “el Gran silencio” “parece que le estoy orando al silencio”. También, este problema me suele suceder en las Eucaristías, donde muchas veces  mi cuerpo está ahí pero pareciera que mi alma anda navegando por el planeta 12BH-24. Y lo que más me molesta de todo esto, es que dentro de este sistema obligadamente hay que participar de todos estas experiencias espirituales, y lo más complejo radica en que,  te quieren encajar dentro de una experiencia espiritual muy uniforme. Pero, sino cumples con lo que esta normalizado por la comunidad, es probable que te retiren del proceso formativo.
Vattimo manifiesta:
Las ocasiones históricas que reclaman el planteamiento del problema de la fe tiene también, sin embargo, un rasgo en común con la fisiología de envejecimiento: en uno y otro caso el problema de Dios se plantea en conexión con el encuentro  de un límite, con el darse de una derrota: creíamos poder realizar la justicia  en la tierra, vemos que no es posible, y recurrimos a la esperanza en  Dios. Nos amenaza la muerte como acontecimiento ineludible y huimos de la desesperación dirigiéndonos a Dios y a su promesa de acogernos en su reino eterno. ¿Se descubrirá, pues,  a Dios sólo allí donde se choca con algo radicalmente desagradable? (1996, pág.16).

De igual forma, considero que las evidencias de la espiritualidad están profundamente enraizadas dentro de nuestras experiencias sensibles, ya que estas se manifiestas a través del encuentro con el otro ser humano.
A partir de lo antes mencionado, me surgieron algunas preguntas que me han motivado a realizar esta investigación son: ¿Cómo se da esta experiencia espiritual en la vida del ser humano de forma subjetiva? ¿Cómo se experimenta o se vive esta divinidad en lo sensible de la vida? ¿Cuáles son los parámetros  funcionales que se debe seguir para llevar a cabo una experiencia espiritual? ¿Qué implicaciones conlleva tener una experiencia subjetiva?



Síntesis
Después de haber experimentado tres experiencias espirituales, he logrado obtener algunas evidencias esenciales de todo este fenómeno espiritual. Para llevar a cabo todo este proceso investigativo, he utilizado los parámetros fundamentales propuestos por la fenomenología. Uno de los parámetros funcionales del quehacer fenomenológico es: la epojé. La cual,  pretende poner en paréntesis todos los conocimientos previos que se tienen de los fenómenos arrojados a la experiencia del ser, para llegar a las cosas mismas. De alguna manera, esto va constituyendo todo el quehacer fenomenológico. Según Reeder la fenomenología “es un movimiento filosófico basado en una metodología autocritica para examinar reflexivamente y describir la evidencia vivida (los fenómenos, la vivencia) que proporciona un enlace entre nuestra compresión filosófica y científica del mundo”  (2011. pág. 21). Asimismo, he  tomado algunas sugerencias establecidas por los compañeros al presentar todo este proceso investigativo y las significaciones de esta espiritualidad. De la misma manera,  me he auxiliado del pensamiento filosófico de Vattimo y de su propuesta del retornar a la fe.
Partiendo de estos supuestos, quiero manifestar los residuos obtenidos a través de este proceso investigativo: la espiritualidad como un modo de ser en los sujetos, la experiencia subjetiva de la espiritualidad, la espiritualidad como una configuración tradicional de sentidos y  la necesidad de ciertos criterios particulares para experimentar  una vivencia espiritual.



Discusión
La espiritualidad, se ha manifestado al ser humano como una forma de vivir que implica un reencuentro con los entes asociados a la experiencia cotidiana. Es decir, la espiritualidad me mueve a tener ciertos valores morales, que hacen de mi relación simétrica una constitución de seres fundamentados en un bien moral. Vattimo utilizando como referente a Kant  manifiesta que el hecho “de la inmortalidad del  alma y de la existencia de Dios, se justifica en el cumplimiento del bien, que se ancla en una ley moral” (Vattimo, 1996, pág. 15) Es decir, no podemos hablar de una espiritualidad como forma de vivir, si mi vida espiritual no tiene una coherencia con la forma de ser de los otros sujetos individuales que comparten los mismos criterios para experimentar una vivencia espiritual.
En una de las conversaciones de pasillo, le comenté a un compañero de comunidad mi interés por la develación de la espiritualidad, cito textualmente lo que él me comentó:
La espiritualidad se da al sujeto como una forma de vivir que implica  ciertos valores morales y éticos, los cuales ayudan a formar una equivalencia de sujetos. Espiritualidad, no precisamente significa  llevar mi alma a una condición trascendente, la espiritualidad está amarrada a este ser finito que busca sentidos de ser.
En este sentido, cada sujeto vive la espiritualidad independientemente de las otras experiencias y la vive de acuerdo al nivel de significaciones.
Esta espiritualidad cimentada sobre una valoración  moral y propiamente subjetiva, está vinculada a ciertos procesos de configuración  tradicional. Es decir, cada uno de nosotros estamos protegido por una coraza moral que ha sido constituida por una colectividad determinada. Así pues,  la espiritualidad es una configuración de sentidos fundamentados en un deber ser, ya que es una forma de ser frente a los otros sujetos.
Al hablar con un compañero de comunidad sobre esta configuración espiritual comentó:
Mi experiencia espiritual tiene una fundamentación familiar, cultural y comunitaria. Porque desde pequeño se me enseño a tener una conducta cristiana basada en: el amor, la verdad, la justicia, etc. porque el sentido catequético de Jesús tiene este carácter de ser en virtud para los otros. Y como el apóstol Santiago dice: “muéstrame tus obras y te diré la fe que tienes” desde ahí considero que va implícito una forma de vivir para los otros.    
Vattimo manifiesta: “ninguno de nosotros, en nuestra cultura occidental- quizás en todas las culturas- comienza de cero en el caso de la cuestión de la fe religiosa”  (1996, pág. 10-11) Desde que iniciamos a tomar consciencia sobre una forma de ser, es cuando retomamos el sentido u horizonte de mi ser arrojado a la vida. 
De acuerdo con Vattimo, todo está configuración del deber ser dentro de una colectividad, no es el problema que nos debe de preocupar. El problema que nos mueve a cuestionar es la forma en cómo se trasmite toda esta construcción moralizada. Muchas veces, esta construcción del deber ser está ordenada a través de un discurso religioso que moldea la formas subjetivas de todo este devenir moral. El mensaje cristiano ha sido uno de los sistemas religiosos que ha retomado esta experiencia espiritual subjetiva. El autor dice:
                        Creo que se debe hablar de herencia cristiana en un sentido muchos más amplio y que atañe a nuestra cultura en general, la cual ha llegado a ser lo que es, también y sobre todo, porque ha sido íntimamente “trabajada y forjada por el mensaje cristiano o, más en general por la revelación bíblica. (Vattimo, 1996. Pág. 29)
 Como he mencionado anteriormente, el problema no es la configuración sino, el cómo se da esta configuración a los sujetos. Así pues, esta condición se da a través de la normatividad que se ajusta a los distintos imperativos del ser humano. Como dice Vattimo, el problema es que muchas veces toda esta condición configurativa se trata dogmatizar o mitificar. Con lo cual, se oscurece el verdadero  sentido de todo este develamiento espiritual en el individuo. Pero, está espiritualidad no parte de un hecho espontáneo del ser  como tal. Con esto, refutaríamos la concepción religiosa presentada por Víctor Frankl al decir que: “La verdadera religiosidad, puesto que es existencial, ha de llegar también a un punto en que brote espontáneamente” (1997, Pág. 79). La evidencia de esta experiencia es que se da como una vivencia previamente configurada. Pero ¿Por qué seguir esta configuración? El hecho fundamental radica en que, cuando el ser humano toma consciencia  de su finitud o de su temporalidad como tal, es cuando busca las maneras de que su experiencia de vida pueda llegar a una cimentación de sentidos. Esta vida espiritual como un modo de ser frente al otro, solo se convierte en un significado cuando adquiere un sentido pleno para mi vida propia, porque es a mí a quien se presenta el fenómeno espiritual. Entonces el sentido espiritual solo forma parte de mi experiencia subjetiva en la medida en que se cumple con los deseos morales configurados por otros, como un medio de reproducción y como una realización espiritual del deber ser.



Conclusión
Por lo tanto, está investigación fenomenológica a través de sus parámetros funcionales,  me ha permitido descubrir ciertas significaciones conceptuales totalmente diferentes a la tradición epistémica  antes construida acerca de la espiritualidad. Casi siempre, hemos obtenido una conceptualización epistémica de la espiritualidad como un hecho trascendental. Al hacer la investigación, algunos compañeros se fueron por la línea trascendental o metafísica. Desde mi subjetividad, el horizonte que pretendía trazar en esta investigación, era el encontrar  evidencias sensibles de toda la espiritualidad y no una argumentación meramente metafísica.  Sin embargo, esta investigación no pretende dar una verdad absoluta sobre las evidencias sensibles de la espiritualidad. Sino, brindar algunas ideas generales de todo este fenómeno configurativo tradicional.
Partiendo de ello, podemos decir que la espiritualidad se da como un modo de ser en los sujetos, que los impulsa a tener una concordancia de vida en base a una constitución tradicionalista y moral. Ahora bien, toda esta tradición moral está ligada a la voluntad de los sujetos, ya que, cada uno de los sujetos experimenta esta condición moral desde las significaciones subjetivas. Desde este punto de vista, veo la necesidad de volver a “retornar” al hecho espiritual, ya que, con ello podremos llegar a comprender el modo  de darse de este fenómeno de espiritualidad subjetiva. Vattimo, propone este retorno desde una purificación filosófica. Cada una de estas visiones,  nos pueden ayudar a tener una compresión sobre la significación o el sentido de la espiritualidad en la vida cotidiana.





Referencias:

Reeder. H.  (2011) La praxis fenomenológica de Husserl 1ª.Ed. Bogotá, Colombia. Edi. San Pablo.
Vattimo. G. (1996)  Creer que se cree  Ed. Paidós Ibérica, Barcelona, España.

Frankl, V. (1977). La presencia ignorada de Dios. Psicoterapia y religión. Barcelona: Ed. Herder

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