Marvin Gómez        2032615
Matías Ayala           2297615
Fernando Ramos    2028215
Jairo Batres            2028315




Fenomenología del «cuerpo»[1] como manifestación de su sentido en la dimensión del darse como sí, del contacto con y desde sí, desde su sensibilidad y en su uso como referente de configuración de género
(Informe final de investigación)

Introducción
El ser humano como tal se constituye en una realidad configurada por símbolos. Y, todo lo que lo circunda adquiere significación. Con ello, las relaciones humanas son relaciones hermenéuticas. Constantemente el ser humano realiza esfuerzos por interpretar su contexto, su realidad, lo que acaece. Este carácter hermenéutico del ser garantiza una suerte de suelo firme sobre el cual dar paso firme en la cotidianidad de la vida.
Es así, como el cuerpo se enmarca dentro de esta gama de interpretaciones constantes ¿Cómo se da pues el cuerpo? ¿Cuáles son las relaciones que se establecen con él y otros cuerpos? ¿Cómo se configura como tal? ¿Qué importancia tienen los significados para el cuerpo? ¿Cuál es la concepción que se tiene de este? Son algunas de muchas interrogantes que se deslindan de la consideración del cuerpo. Por ser un enigma el mismo cuerpo en sí mismo, se dio la oportunidad de emprender una investigación acerca de sus modos de darse.
La visión de los modos de darse del cuerpo surge de la terminología fenomenológica. Porque precisamente la investigación, sobre la cual se comparte el siguiente informe, parte de la aplicación del método fenomenológico. El cual considera como punto de partida la experiencia y no busca una sola significación del mundo; sino comprende que el sentido del mundo se configura constantemente en el fluir eterno de experiencias. En este caso, la experiencia del cuerpo como tal. Cómo este da de sí en sus múltiples significados y manifestaciones. A partir de ello, se fue configurando la presente investigación como resultado del estudio del cuerpo desde distintos enfoques: el cuerpo como producción del lenguaje, el cuerpo desde su limitación por el contacto con otros cuerpos, la sensibilidad del cuerpo y el cuerpo como referente de configuración de género.
Cabe resaltar que el presente informe ha sido un esfuerzo fenomenológico de investigación. Y, desde ya, se hace la salvedad que los resultados y la interpretación de los mismos han surgido de las experiencias realizadas por los investigadores. El motivo del compartir la investigación es en miras del método fenomenológico; que también busca crear comunidad científica de reflexión filosófica.
El punto principal de partida fue la experiencia de cada investigador a partir del enfoque que cada quien abordó. Sumado a ello, se tomaron como referencia algunas obras filosóficas para dar forma a las reflexiones teoréticas. Concretamente, se consideraron fundamentalmente las obras de Merleau Ponty en la Fenomenología de la percepción, Judit Butler en El género en disputa y Deshacer el género, El sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne y El ruido del cuerpo; Ambas obras de Ángel Orellana. Se han citado otras fuentes de las cuales se toma como referencia algunas consideraciones generales tales como las de Ernst Cassirer, Ana Amuchátegui Herrera y Simone de Beauvoir.
Se presenta pues, un breve recorrido por la experiencia de investigación que vivió cada investigador, la síntesis de los hallazgos dados por la experiencia y las conclusiones a las cuales se pudo llegar en conjunto. Desde ya, queda el espacio abierto para la discusión en cuanto a los métodos de interpretación presentado. Es por ello, que se muestra el siguiente informe en miras a contribuir con la configuración del sentido del mundo. En este caso, la configuración del cuerpo desde el darse como sí mismo en la experiencia. De ello se desprende nuestro deseo de compartir nuestro trabajo para seguir creando comunidad fenomenológica de reflexión. Lo presente es una investigación en rumbo aún, a esperas de mejoras continuas.

Síntesis de las investigaciones
a)    Concepción cuerpo-lenguaje
Intentos de comprensión fenomenológica de la acepción «cuerpo» como interpretación de significados simbólicos en la experiencia ritualística inicial matutina
(Jairo Batres)

Experiencia de investigación
Darse a la tarea de investigar es una faena de especial consideración. No es difícil, pero si trabajoso. Expreso que no es difícil porque mientras se escoge un tema de interés no hay problema en abordarlo y en recopilar datos para la misma. Aunque, desde el plano fenomenológico, la investigación adquiere otro grado de dificultad; Precisamente por la aplicación del método. El tema que surgió para la investigación fue la Concepción cuerpo-lenguaje. En busca de comprender cómo se dan nuestras relaciones con el cuerpo y porqué al proferir cuerpo nos referimos normalmente al cuerpo humano. La relación con el propio cuerpo y con otros cuerpos es parte del enfoque de investigación. Pero el campo de estudio concreto se enmarca dentro de la experiencia de los ritos matutinos de limpieza a los que el cuerpo se somete. Cuál es la experiencia del cuerpo en ese momento, qué cambios experimenta, cómo es la relación con él mismo, qué de todo encuentra sentido para el cuerpo fueron algunas interrogantes que motivaron la determinación de ese campo de estudio.
Lo anterior, desde la aplicación del método fenomenológico, fue lo difícil. Primero, por la epojé inicial. Tratar de nombrar lo menos posible y dedicarse a la experiencia misma, ha sido una tarea muy ardua. Se hizo casi imposible. Pero aún, en medio de la dificultad del uso del lenguaje, la misma experiencia dio de sí para poder extraer evidencias. A ello le siguió la puesta por escrito de la experiencia. Esta se fue desarrollando hasta dejar la descripción más sintética posible. De la cual, se pudo extraer algunas evidencias de interés para la investigación. Posteriormente, me dediqué a buscar bibliografía para poder sustentar mi análisis del cuerpo como concepción del lenguaje. Esta búsqueda de la bibliografía me motivó más a continuar con esta investigación. Ya que, conocer que otros autores ya han trabajado sobre el tema me dan garantía que se puede recorrer un camino de mayor profundidad. De hecho, la identificación con la investigación a partir de la bibliografía encontrada, ha dejado muchas interrogantes; más de las que tenía al principio. Creo que eso es motivo para seguir ahondando.
Después de esto, la investigación tomó un rumbo diferente ya que decidimos trabajar en grupo con unos compañeros de investigación. Todos sobre el tema del cuerpo, pero desde enfoques distintos. El primer esfuerzo grupal fue sencillo, fue prácticamente poner en común los hallazgos de cada uno y presentarlo. Lo difícil ha sido la puesta en común para realizar el informe final. Lograr realizar conclusiones conjuntas no es complicado, pero sí requiere de diálogo, justificación y argumentación para llegar a un consenso. Aunque, también cabe resaltar que, en los trabajos previos dentro de las evidencias extraídas por cada uno, había mucha similitud. Esto último, facilitó también la orientación hacia la cual se enfocaría en último término la investigación. Como repito, no ha sido una investigación exhaustiva, pero si ha requerido trabajo y búsqueda por parte de los autores. Esperamos seguir ahondando en el tema y conocer no solo nuestras posturas de interpretación; sino también, la concepción de otras personas acerca del cuerpo y su relación con él.
Discusión-síntesis
El cuerpo, desde los ritos matutinos está normado. La asepsia del mismo se articula sobre la base de una moralidad que evoca la limpieza de los cuerpos. A ello, se le suma el carácter de confiabilidad, seguridad, frescura, vigor, fuerza… civilidad. Esto, atendiendo a nuestro entramado cultural occidental que dicta que el cuerpo debe bañarse para verse bien. La limpieza del cuerpo es una especie de slogan sobre el cual gira la vida: lavarse bien las manos, lavarse bien el cabello, lavarse bien las orejas… en fin, lavarse bien de todas partes: no tiene que haber rastros de fluidos corporales. Son suciedad. Toda la asepsia se enfoca a la eliminación de fluidos con el fin de mostrar un cuerpo impoluto. Existe una especie de desagrado hacia los fluidos corporales que exige la limpieza de los cuerpos. Es una negación de la naturalidad. Porque precisamente eso es lo que naturalmente produce el cuerpo. El cuerpo no produce conceptos, sino fluidos. El humano genera conceptos para los fluidos; y con ello, su significación normal. Es decir, el humano determina cómo serán asumidos estos fluidos dentro de la vida de las personas.
El proceso de normalización no va solo. Se emparenta con las medidas de acción para contrarrestar lo no permitido. Se articula una suerte de receta para prevenir o eliminar la anormalidad. Pareciera que la relación con los fluidos corporales es una enfermedad contagiosa que se debe eliminar. Y aquel que conlleve una práctica contraria es digno de exclusión, de desagrado y de desprecio. Es una cadena de significaciones: primero con el propio cuerpo, debe estar limpio y no mostrar rastro de suciedad; luego, este cuerpo «limpio»[2] se debe o espera se relacione con otros cuerpos limpios; y por último, si los cuerpos limpios se encuentran con un «no limpio» hay que descartarlo. No se pueden relacionar el agua y el aceite[3].
La realidad y las relaciones se articulan en las significaciones. Son las significaciones mismas las que dan sentido a las experiencias cotidianas. Y estas, a su vez, determinan el modo de concebirse el cuerpo en el mundo. Dentro de la investigación en la ritualística inicial matutina se obtuvieron, a partir de las descripciones, algunas evidencias:
1.     El cuerpo ocupa un espacio concreto en la realidad: el cuerpo no puede ocupar el mismo espacio que otro cuerpo ya ocupa. Sobre este plano se da un análisis de individualidad porque cada cuerpo ocupa un lugar determinado. Pero, a la vez, desvela un carácter de igualdad. En la que, hace ver que la existencia de los cuerpos no se puede negar. Hay algo allí que existe y que me impide ocupar ese lugar. Todo cuerpo ocupa un lugar a la vez en un tiempo determinado.
2.     El cuerpo es materia al igual que los otros cuerpos que lo circundan: Es punto es similar al anterior. Pero se analiza desde la perspectiva que todo cuerpo está constituido de la misma materia. Todos los cuerpos poseen carne. Los cuerpos son de carne. Esto presenta otra relación de igualdad y de no diferencia frente a los demás cuerpos.
3.     El cuerpo se extiende y alcanza otros cuerpos, no existe como solo: Así como se relaciona el cuerpo con otros objetos[4] así el cuerpo se relaciona con otros cuerpos similares que se mueven, tienen las mismas características y se presentan de la misma forma como existentes. No se percibe un cuerpo como solo, siempre se relaciona con otros cuerpos. Todo es materia.
4.     El cuerpo se mantiene inmutable en cada rito matutino: Es decir, que el cuerpo en su corporalidad no muta. Permanece sin modificación alguna. Solo cambia su estado de presentación ante la vista.
5.     El cuerpo se percibe a sí mismo y a su entorno: Todo el cuerpo es punto de recepción de información del exterior: El cuerpo en su totalidad se presenta como campo receptor de la información. Pero, a su vez, confiere información constantemente a los otros cuerpos. Esto abre el camino de la interpretación constante en las relaciones corporales.

Con estas evidencias, pude constatar que no existe mayor diferencia física en la existencia de cuerpos. Todos son materia, se mueven, tienen extensiones, intercambian información, ocupan un espacio determinado en un tiempo específico. Todos los cuerpos son carne; de esta forma surge la pregunta.  ¿Dónde radica pues la diferencia en el trato de los cuerpos si todos poseen la misma materialidad? En las significaciones. Es aquí donde el análisis de toda la investigación se fue desarrollando con mayor densidad a partir de la bibliografía consultada. Partiendo de lo establecido por Ernst Cassirer en referencia al carácter simbólico que caracteriza al humano. Pasando por la Fenomenología de la percepción de Merleau Ponty, El género en disputa de Judith Butler, El sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne y El ruido del cuerpo; estas últimas de Ángel Orellana. De esta forma se elaboró el análisis conjunto. El cual, queda siempre abierto a la discusión para seguir ahondando sobre la concepción cuerpo-lenguaje. 

La propuesta teórica de Cassirer fungió como base del análisis: “El lenguaje, el mito, el arte y la religión […] forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana” (Antropología filosófica, Introducción a una filosofía de la cultura , 1968, pág. 26). Es aquí, donde también se enmarca el cuerpo. Entendido no como la referencia concreta a la materia que ocupa un espacio, sino como una construcción simbólica. Es decir, como producción lingüística. Que, desde la investigación fenomenológica de la concepción cuerpo-lenguaje, se ha tratado de esbozar.  El lenguaje determina y delimita el mundo humano. Con este se hacen procesos de interpretación constante de la realidad. El cuerpo es parte también de esta interpretación. El cuerpo mismo es interpretación.
El lenguaje es vehículo y manifestación del pensamiento. Posee significados, los confiere, los determina, delimita y transmite. Es por ello que en el uso lingüístico las palabras portan sentidos. Y, dentro de la reproducción estos sentidos se confirman, actualizan y sedimentan. Una vez sedimentados los sentidos y significados, la vivencia se delimita por el uso del lenguaje. El cuerpo, pues, se delimita en estas relaciones hermenéuticas, porque la misma concepción de cuerpo es lenguaje. Y, por tanto, delimitada, determinada, conceptualizada, simbólica, significada y significante; y por ello, constantemente interpretada.
Merleau Ponty parte de su análisis del cuerpo en la dimensión de la palabra desde la concepción del “vocablo como instrumento de acción y como medio de dominación” (Ponty, 1993, pág. 192). El vocablo es y evoca acción, porque porta sentido, transmite significado. Al proferir un sonido verbal, no solo se emite un ruido, se expresa toda una historia conceptual de dominación detrás de la palabra expresada. Es por ello que Ponty considera el vocablo como acción. Así pues, el cuerpo es acción, su presencia y su manifestación portan significado. Pero cabe resaltar que este último no es un significado que de sí mismo se atribuye al cuerpo. Este sentido es un sentido y un significado instaurado. La materialidad sobre la que reside la concepción cuerpo es constantemente resignificada por un orden-mundo (Pineda, El Ruido del Cuerpo, La significación del cuerpo en el performance, 2016, pág. 96).  
El cuerpo, pues, forma parte de un entramado constante-infinito de relaciones hermenéuticas. Todo el mundo es símbolo porque el mundo es producto humano; por ende, simbólico. En esta dimensión, interpretando el pensamiento de Ponty, la concepción del cuerpo debe ser considerada dentro, y partícipe, de una constante relación con el contexto. Contexto definido y delimitado por diversos sentidos y significaciones. Por tanto, interpretaciones. El lenguaje se convierte en el contexto en el que se delimita el cuerpo. De esta forma, si el contexto es diverso y abierto, el cuerpo se manifiesta, articulando a Orellana (2014), como “un sentido, una significación, un aglomerado de significaciones condensadas en la idea de <<el cuerpo>>” (El sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne , pág. 9).
La significación y la interpretación del cuerpo se define por la reproducción del discurso performador sedimentado. Existe un contexto social que determina y ordena nuestros modos de interpretar y definir. Nuestros cuerpos están ordenados, normalizados, delimitados, determinados. La corporalidad[5] está normalizada. Existen espacios distintos para cada cuerpo. Como ejemplo, por el contexto (atendiendo a función social, papel interpretado en el rol institucional, y la «identificación de género») alguien que se identifica como mujer no puede-debe ingresar a un sanitario de hombres[6] y viceversa. Para cada cuerpo existe un lugar y un espacio concreto. Esto lo confirman las relaciones sociales. El sentido del discurso normalizador impera, categoriza y demarca el comportamiento humano. El sentido del cuerpo se configura por este correlato contextual entre el discurso normalizador y la carne performada. El cuerpo se presenta como medio de comunicación con el espacio. A través del movimiento se proyecta una expresión de significado. Tal es el pensamiento de Ponty cuando establece que “vivimos en un mundo en el que la palabra está instituida […] donde la[7] palabra es un gesto y su significación un mundo” (Fenomenología de la Percepción, 1993, pág. 201).
Para Merleau “toda operación lingüística supone la aprehensión de un sentido” (1993, pág. 212). Esto permite la sedimentación de una «verdades»[8], definiciones, «esencias del cuerpo». Dichas verdades y esencias se constituyen sobre una serie de significaciones y sentidos. Por lo que, el carácter de verdad es interpretación. De esta forma, se abre paso a la afirmación que el filósofo francés en relación al lenguaje; y, en este caso, el cuerpo-lenguaje: “la significación devora los signos” (1993, pág. 200). Es decir, que la materialidad que sirve de referente para soportar la significación del cuerpo es siempre aislada. Por tanto, nuestras relaciones se establecen con interpretaciones constantes e infinitas. Se afirma, entonces, como asevera Orellana (Pineda, 2014), que nuestras relaciones se dan con la “idea del cuerpo”.
Las interpretaciones del cuerpo tienen sus límites dentro de los parámetros de normalización vigentes. Esto último por la consideración histórico-política que Butler (2007) hace del cuerpo cuando asevera que “los límites del cuerpo son los límites de los socialmente hegemónico(El género en disputa, El feminismo y la subversión de la identidad, pág. 258). El cuerpo pues es atemporal y epocal al mismo tiempo. Atemporal porque siempre la idea de cuerpo se coloca sobre la materialidad a la que performa; y epocal, porque las redes de significación con respecto al cuerpo cambian con las épocas. La dimensión histórica de la concepción de cuerpo soporta las inclemencias de los cambios paradigmáticos. Además, por ser un concepto, es flexible y no eterno[9]. Las relaciones con significados cambian pues con el pasar del tiempo; y la materialidad que porta esos conceptos simplemente es performada dichas significaciones. Así se comprende el pensamiento de Butler con el carácter de performatividad que posee el cuerpo en la configuración-juego-identificación del género donde “el cuerpo siempre está en estado de sitio, soportando el deterioro de los términos mismos de la historia, y esta es Ia formación de valores y significados mediante una práctica significante que exige someter el cuerpo” (2007, pág. 256).
b)   Contacto con el cuerpo
La fenomenología del tocar y mover
(Fernando Ramos)

Experiencia de la investigación
La experiencia de dejar todo conocimiento previo, realizando epojé, y sentir una experiencia como si fuera la primera vez en tu vida, es algo sumamente difícil. Normalmente nuestra mente no está acostumbrada a percibir todo lo que realmente pasa. Y el estar prestando atención de cada movimiento es una situación que requiere de más de un acercamiento al hecho. El hecho se da de forma natural y espontánea, ese no es problema. El problema es lograr percibir y aprehender todo lo que acaece. Ya que estamos muy acostumbrados a ser lo más pragmáticos posibles, y aquí incluye percibir sólo aquello que realmente nos sea útil. Por momentos me resultó más fácil, pero tenía que permanecer muy atento, normalmente esto no duraba mucho. Como toda investigación, ha sido de ir avanzando un poco cada día y estar atento a cualquier nueva sensación o alguna que recuerde la sensación del hecho que uno está investigando. De esto se trata la fenomenología, de una espiral sin fin, en el cual se va regresando y revisando el hecho una otra vez para poder hallarle el sentido de lo que significa para mí ese hecho. El sentido del porqué actuó como actuó o de un objeto para mí.

La experiencia resultó ser bastante desafiante y llena de sentido. Aunque en el principio no fue así, empecé con una actitud indiferente, sobre todo porque no le hallaba sentido a esta investigación. Pero al final le encontré el motivo el cual es encontrarle el sentido a las cosas que hago o suceden para mí. También como todo está relacionado y unido en este mundo.

Discusión-síntesis

La descripción fenomenológica por la cual me guie fue la sensación del tacto y el movimiento desde el despertar hasta el transmetro. Básicamente una hora en total, en dos partes. Como la piel entra en el contacto con varias cosas, desde la sabana y la colcha hasta el ponerse de pie. Caminar, sentir el cuerpo en movimiento, luego el bañarse, sentir el agua y los movimientos que realiza el cuerpo. El secarse y regresar al cuarto, luego el ponerse ropa. Cuáles son las sensaciones y movimientos que se tienen en esos momentos. Como el cuerpo se va ocultando y viéndose movido por los objetos externos, desde la ropa hasta las puertas, los pasos al caminar y la velocidad al caminar mediada por los carros u otros objetos. El contacto cuerpo con cuerpo, que se da de forma sin intención. La reacción del cuerpo y de los movimientos ante el contacto.

El tema del cuerpo es un tema básico en la fenomenología general. Varios autores han realizado estudios fenomenológicos del cuerpo, ya que es la conexión entre el “yo” y la realidad. El cuerpo como el vehículo que nos lleva a experimentar los objetos que se nos dan. Como dice Ponty el cuerpo como una “toma de consciencia global de mi postura en el mundo intersensorial” (Ponty, 1993, pág. 116). También define el cuerpo como el mundo. Desde aquí mi interés por el movimiento y el contacto con las cosas que nos acaecen.

Merleau Ponty en su libro “La fenomenología de la percepción”, dedica un capítulo al tema de la motricidad y de la espacialidad del cuerpo en el cual utilice para enriquecer esta investigación. Para Ponty el cuerpo como una barrera que no puede ser traspasada por nada, más allá de la materialidad el cuerpo como mundo como conexión. En mi investigación se logra percibir esta barrera, que provoca movimientos, que logra percibir las cosas, pero nada de esas cosas entran en el cuerpo. La ropa que se coloca no se mezcla con el cuerpo, ni el agua, ni el jabón, etc. Las cosas respetan el espacio del cuerpo por así decirlo.

“El cuerpo no es más que un elemento en el sistema del sujeto y de su mundo, y la tarea le arranca los movimientos necesarios por una especie de atracción a distancia, como las fuerzas fenomenales en acción en mi campo visual me arranca, sin calculo, las reacciones motrices que establecerán entre si el mejor equilibrio, o como las usanzas de nuestro medio, la constelación de nuestros auditores, nos arrancan inmediatamente las palabras, las actitudes, el tono que resultan convenientes; no porque busquemos como camuflar nuestros pensamientos o como agradar, sino porque somos literalmente lo que los demás piensan de nosotros y lo que nuestro mundo es.” (Ponty, 1993, pág. 123).

En mi investigación se puede observar esta afirmación, de cómo mi cuerpo se ve en movimiento por los objetos. Por ejemplo, una camisa, debo realizar una serie de movimientos cuando esta se me presenta para que me la ponga. El contacto de la misma forma, cuando hay algunos objetos mi tacto conscientemente se vuelve nulo. pero cuando hay un cuerpo con el cual ni estoy familiarizado y me siento incomodo; la sensibilidad se torna muy fuerte. El cuerpo y el mundo son uno solo, en dos objetos diferentes. Ambos se ven totalmente influenciados el uno por el otro, y al final somos lo que los demás piensan que somos y de esa forma actuamos día con día.

c)    Sensibilidad del cuerpo

Fenomenología de la sensibilidad corporal
 (Matías Ayala)

Experiencia de investigación

Merleau Ponty en su libro Fenomenología de la percepción en el capítulo de “El Sentir” explica un sobre que “Hay unas sensaciones que son unos estados o unas maneras de ser del sujeto y, en calidad de tales, son verdaderas cosas mentales.” (Ponty, 1993, pág. 225). Así mismo, mi investigación basada en el sentir, en las percepciones de los objetos que nos rodean, en el sentir como los objetos hacen contacto con nuestro cuerpo, que solo es un contacto de percepción no de sentido; como un contacto superficial y no un contacto puro.

El deseo de poder investigar este tema, fue cuando trate de ponerle atención así de repente, a lo que hago día a día hago, es decir la rutina. El cómo sentía las sensaciones del cuerpo al tocar los objetos que hacían a mí alrededor. Poco a poco le fui tomando la importancia necesaria para mi investigación y así es como fui percibiendo lo que se topaba a mi cuerpo, y como iba reaccionando el tacto en mí. Como pude observar, normalmente no nos damos la tarea de poner la atención a las percepciones que vamos teniendo en nuestro diario vivir, solamente ponemos la atención necesaria cuando sentimos que las percepciones van creando un impacto en nosotros.

Discusión-síntesis

La sensibilidad es un estímulo que recibimos al percibir otras cosas, y podemos observar que es un hecho que muchas veces lo dejamos a un lado o muy poca es la atención que se le presta. La sensibilidad del cuerpo siempre persiste en nosotros, pero solo le damos mayor auge a los momentos que son de mayor impacto en nosotros.
Dentro de mi investigación fueron surgiendo dudas que, de una manera, se aclararon con la ayuda de la lectura de Ponty (1993). Sobre  el sentir en la filosofía empirista se supone a un individuo X en el acto de percibir pero este individuo quiere describir lo que ocurre, en él hay sensaciones que son  unos estados o formas de ser del sujeto en calidad de tales y  son consideradas cosas  verdaderas mentales, el filósofo describe las sensaciones y su sustrato como por ejemplo: se describe la fauna de un lugar determinado, sin percatarse de que el también percibe, que el individuo perceptor y que la percepción es tal como se vive, desmiente todo lo que dice de la percepción en general.

No se trata de hacer una descripción de la percepción como un hecho que se producen en el mundo, porque nunca se podemos borrar del encerrado del mundo esa laguna que nosotros somos y por donde este llega a existir para alguien debido a que la percepción es el defecto. El acaecimiento que se da en la percepción recibe, un nombre que figura en la descripción, el nombre que se le da es de Ego trascendental.

Si el propio cuerpo y el momento empírico solo son elementos dentro del sistema de la experiencia, objeto entre otros objetos bajo la mirada del verdadero yo. Solo se entiende si el yo empírico y su cuerpo no son, para e iniciar objetos si jamás resulta serlo completamente, si este tiene un sentido es decir que observo pedazos de cera con mis ojos y si posteriormente esta posibilidad de ausencia de esta dimensión de escape y libertad que la reflexión abre en el fondo de nosotros a so se le llama Yo trascendental. La psicología inductiva nos ayuda a buscar un estatuto nuevo haciendo ver que no es ni un estado o una cualidad, ni la consciencia de un estado o una cualidad; las enfermedades del cerebelo de la corteza frontal ponen de manifiesto lo que se podría llamar influencia de las excitaciones sensoriales en el tono muscular.

Las sensaciones las cualidades distan de comprimir la vivencia de un cierto estado o de un quale indicible (Ponty, 1993), con una fisionomía motriz, encerrado en un significado vital, los estímulos desenvuelven movimientos nacientes se ligan a las sensaciones o a la cualidad, y forman un halo alrededor de la misma, que al lado de la percepción, y el lado motor del comportamiento que comunican. El significado motriz de los colores se vislumbra si estos dejan de ser estados cerrados en ellos mismos o cualidades que no se pueden describir ofrecidas a la verificación de un sujeto que razona, si afectan, en mí cierto empalme general por el cual estoy adaptado en el mundo , y si por otra parte, la motricidad deja de ser la simple conciencia de mis cambios de lugar presentes o próximos para llegar a convertirse en la función que  a cada momento establece patrones de magnitud variable de mi ser en el mundo.

En cierta atmosfera brindada a la potencia de mis ojos y de todo el cuerpo, la experiencia del color ratifica y comprende la correlación establecida por la psicología inductiva, como por: ejemplo el verde pasa comúnmente como un color que me hace descansar, me encierra en mí mismo y me brinda paz. La forma de un color en los individuos que han perdido, es posible exponiendo delante de ellos unos colores reales, sin importar cuales sean, el color real produce en ellos una concentración de la experiencia coloreada que permite agrupar los colores en sus ojos. El sujeto de la sensación no es un absorto que nota las cualidades, ni un medio inactivo por ella afectado o modificado es una potencia que conoce a cierto medio de existencia o se enlaza con él.

El ser solamente es para quien sea capaz de alejarse respecto del mismo y que este pues absolutamente fuera del ser, debido a esto es como el espíritu pasa a ser el sujeto que logra sentir la percepción y así la noción  de los sentidos se vuelve inseparable, los ojos o los oídos solamente son unos instrumentos de excitación corpórea y no de la precepción en sí, debido a que no hay un término medio entre el en sí y el para sí  y no siendo y no siendo al ser muchos, yo mismo, mis sentidos solamente pueden ser objetos, sé que la luz lastima mis ojos, que los contactos se realizan a través de la piel, que el calzado lastima mi pie, diseminado en mi cuerpo las percepciones pertenecen a mi alma, presto atención a lo percepción en lo percibido, pero ahí solamente no hay más que la estela espacial y temporalmente de los actos de conciencia.

Si la reflexión quiere razonar como pura reflexión o como progreso hacia la verdad, no se puede limitar a sustituir una visión del mundo por otra, se debe de mostrar como la visión ingenua del mundo y queda comprendida y superada en la visión reflexiva. Es decir que soy yo quien piensa situado en un cuerpo y provisto de cinco sentidos evidentemente no pasa desapercibido de ser una respuesta verbal, debido a que yo como ser pensante reflexiono, no puedo reconocerme en este yo encarnado, la encarnación en principio es una ilusión la posibilidad de esta ilusión es incomprensible.

La sensación sin duda alguna es intencional, y no se apoya en si en una cosa, apunta y significa más allá de si misma, la sensación resulta intencional porque presupone un encuentro en lo sensible y la proposición de un ritmo de existencia llamado abducción o aducción, llevando a efecto esta proposición  deslizándome a una forma de existencia que me sugiere o me remite a un ser exterior, tanto para cerrarme o para abrirme a él; lo sensible y el sensor no están frente a frente como dos términos exteriores, ni es la sensación una invasión de lo sensible en el sensor. El cuerpo por naturaleza es sensible, pero la sensibilidad la vamos desarrollando por medio de nuestra experiencia con nuestro alrededor. La sensibilidad es relativa en cada ser humano, ya que la sensación que a mí me puede impactar, a otro ser humano puede parecerle tan normal.

d)   Cuerpo como configuración de género «masculinidad»

Hermenéutica de la masculinidad
(Marvin Gómez)


Experiencia de investigación

“Considerar al género como una forma de hacer, una actividad incesante performada, en parte, sin saberlo y sin la propia voluntad, no implica que sea una actividad automática o mecánica. Por el contrario, es una práctica de improvisación en un escenario constrictivo. Además, el género propio no se «hace» en soledad. Siempre-se está «haciendo» con o para otro, aunque el otro sea sólo imaginario”. (Butler, 2006, pág. 13).

Una mañana al caminar por los pasillos de la universidad Rafael Landívar, escuché una voz que expresó: “¿puta vos, no había pantalones para hombres?”, dirigí mi mirada al lugar donde se iniciaba una posible conversación. Era un grupo de jóvenes del sexo masculino, que se encontraban con uno de sus compañeros y antes de saludarlo o desearle buenos días, lo primero en decirle fue la expresión antes descrita. El joven a quien dirigían la expresión, portaba un pantalón color celeste, que evidentemente le quedaba sumamente ajustado a sus piernas. La conversación siguió, y los demás compañeros expresaban: “puta ahora ya pareces mujer, con ese pantalón”, “Te voy a comprar un pantalón de hombre”. La conversación continuó, pero mi destino era diferente al de ellos y ya no pude escuchar nada más.

Este hecho, me dejó con algunos interrogantes sobre esto que consideramos “masculino” o “masculinidad”. Me pregunté ¿Acaso un pantalón, una camisa o dicho color puede definir quién es masculino?, ¿Qué prácticas son las que fortalecen el discurso de la masculinidad?, ¿Por qué la reacción de aquellos jóvenes ante aquel evento? Todo ello me llevó a realizar una pequeña investigación (desde el curso de fenomenología, que actualmente estoy recibiendo), sobre lo que se considera como “masculino”, el cómo se manifiesta o se da en cosas concretas de la vida diaria, quiénes determinamos o definimos quién es o no es masculino, cómo se da esta configuración, etc.

Sin duda alguna, el tema del género es un contenido que años atrás pasaba desapercibido por muchos de nosotros. La mayoría correspondemos a lo heteronormado, a lo establecido y configurado en nuestras mentes y praxis. Aquellos que rompen o no corresponden con toda esta cantidad de normativas son visto como anormales, raros, indeseables, etc. Y lo peor de todo esto, que dichos individuos pasan a ser el blanco del no reconocimiento y la violencia que propaga el sistema patriarcal. La masculinidad se da en diferentes formas y prácticas culturales durante las diversas épocas de la historia y contextos sociales. Pero al realizar un recorrido por la historia, se puede notar que lo que conforma esta configuración genérica está relacionada con formas de vestir, uso de colores, modos de caminar y sentarse, tonos de voz, genitalidad, forma corporal y diversas performaciones que tienen como base de configuraciones esto que llamamos cuerpo.

La masculinidad en muchos contextos es reducida o “…constituida por las conductas y actitudes que diferencias a los hombres de las mujeres” (Ana Amuchátegui Herrera, p. 172). El establecimiento de la dicotomía masculino-femenino ha realizado un sin número de estereotipos sociales que encierran en categorías a los individuos, limitándolos a reproducir prácticas que según el sistema solo le corresponde al sexo femenino o masculino. Es decir, la configuración de la dicotomía femenino-masculino en sus configuraciones practicas no da pautas para que un individuo masculino pueda ejercer una acción que se le otorga al sexo femenino (por ejemplo, el cocinar, lavar, planchar, tortear, etc.) ya que se le considera raro o se le nombra con conceptos peyorativos.

Para profundizar en el contenido de la masculinidad tuve como base algunos autores que nutrieron mi exploración con sus investigaciones, claro está que no solo ellos trabajan sobre dicho contenido, pero considero que son los que proporcionaron un buen aporte a esta pequeña investigación. Entre ellos está Judith Butler (1956 -), filósofa post estructuralista que realiza fuertes trabajos sobre estudios sobre la mujer, feminismo, filosofía política, género y sexo, etc. Butler, comprende el género como “… una forma de hacer, una necesidad incesante performada” (2006). Es decir, tomamos un rol, actuamos. Algo performativo se produce con una serie de efectos, caminamos, nos vestimos etc. Y esta actuación la mayor parte de veces, al igual que en un teatro, “se hace para otros” (2006).

Asimismo, se tomaron algunos planteamientos realizados por Merleau Ponty, filósofo y fenomenólogo considerado como existencialista. Ponty, considera que es importante no “reducir la existencia a la sexualidad, pero tampoco puede reducirse la sexualidad a la existencia; es decir, entenderla como absorbida por la existencia, todo en el hombre forma parte de una misma trama” (Fenomenología de la Percepción, 1993, pág. 183). Es decir, el sexo tiene fuerte implicaciones existenciales, no solo genital o erótica. Por lo cual, luego de realizar las debidas lecturas y reflexiones esta investigación ha sido orientada a realizar una interpretación o hermenéutica de esto que llamamos masculinidad y sus implicaciones en la praxis de los individuos.  

La reflexión en torno a la concepción genérica de la masculinidad, es para muchas personas un tema incómodo para dialogar o discutir, pero desde mi experiencia personal, es un tema que da pautas para realizar un análisis profundo de los estereotipos que han normado nuestros estilos de vidas y que no nos permite reconocer otras formas en las que se puede dar la masculinidad.

Al inicio fue un poco difícil el decidir realizar una investigación sobre este tema, ya que pertenezco a un sistema religioso (católico), que en la mayoría de sus partes promueve la dicotomía de masculino-femenino, sin dejar una brecha para el diálogo ante praxis que no corresponde a este sistema heteronormado. Pero luego de reflexionar y analizar me animé, con la conciencia de la necesidad que tiene este sistema religioso de abrirse a un coloquio sobre estos temas, ya que urge una nueva visión que cree medidas más inclusivas y solidarias con aquellas personas que no cumplen con lo heteronormado. La experiencia fenomenológica de la epojé, es un proceso complejo, no cabe duda que muchos prejuicios o estereotipos están bien configurados en nuestras mentes que en ciertas ocasiones nos limitan para realizar una correcta reducción fenomenológica. Especialmente en el tema de la masculinidad, se establece un sin número de concepciones configuradas en nuestra mentes y praxis que es complejo el hecho de realizar una epojé de manera rápida. Este proceso fue uno de los más complicado dentro mi experiencia.  Luego el hecho de extraer universales, que son parte del andamiaje de la investigación, también se volvió un hecho complejo, ya que, la conformación del concepto de la masculinidad que vive y se practica con una cantidad considerable de prejuicios o cliché que oscurecen la búsqueda de universales.

La parte del diálogo con algunas personas me permitió enriquecer mi investigación, sin duda alguna, el cuestionar o dialogar entorno a estos contenidos en muchos las reacciones son extremadamente homofóbicas, un fenómeno característico de esta configuración de la masculinidad. Pero cada compartir nutrió mi investigación y la enriqueció con las experiencias colectivas.

Discusión-síntesis

La descripción fenomenológica la realice durante una mañana desde el despertar, el levantarme, el aseo personal, desayunar y dirigirme hacia la Universidad Rafael Landívar. En la experiencia se pusieron de manifiesto múltiples prácticas y formas de hablar, vestir, caminar, características biológicas y praxis que corresponde a lo que normalmente conocemos como masculinidad. Además, la experiencia estuvo marcada por un sin número de signos que dirigen y orientan ciertas prácticas heteronormadas como la imagen colocadas en los baños, que nos dicen donde debemos entrar cuando necesitamos orinar. También, las prendas de ropa, los colores, la colocación de ciertos artículos como el reloj (Mano izquierda para el sujeto masculino), el corte de cabello y la genitalidad. En relación a ello, se comprueba que lo que llamamos cuerpo, es la base donde se configura todo este discurso de la masculinidad. Discurso, que se reproduce con prácticas concretas y específicas.

Al hablar de género y su configuración, algunas personas de manera automática reaccionan y expresan: ¿Para qué discutir sobre eso?, si es “natural” o “normal, todos nacemos ya definidos como hombre o mujeres. El argumento más utilizado es este el ya nacemos así, con lo cual desde mi punto de vista se busca escapatoria para no dialogar sobre este tema. Pero, a menudo en el lenguaje coloquial (desde mi contexto social y cultural nicaragüense) escuchamos decir al sistema falocéntrico: Hay que llevar al muchacho al prostíbulo para que se haga hombrecito, Tienes que emborracharte para que te hagas hombre, si quieres hacerte hombre debes coger a diestra y siniestra, Hay que tener sexo con esa chicha para hacerla mujer. Considero que el mismo discurso ya presenta una divergencia o contradicción implícita, de la cual mucho no somos conscientes. Si muchos afirmamos el hecho del sexo y género como algo innato, algo que viene con nosotros, porqué la necesidad de realizar ciertas prácticas para hacerse hombre o mujer. Esta contradicción que encontramos en nuestro lenguaje coloquial fundamenta la propuesta de Simone de Beauvoir “«No se nace mujer, se llega a serlo. Ningún destino biológico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la sociedad el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado que se califica de femenino»” (El segundo sexo, 1998, pág. 23), es decir esto que llamamos mujer-hombre, femenino o masculino se da en una construcción social establecida, configurada y reproducida por mucho de nosotros con prácticas concretas.

Al interrogarnos sobre el tema de la masculinidad, también surge el argumento de la sexo-genitalidad. Dentro del discurso falocéntrico se manifiesta que el hecho de tener un pene y testículos nos hace ser “masculinos”. Pero, ¿acaso un pene y testículos son elementos que fundamentan esto de la masculinidad?, evidentemente esta característica biológica no la podemos negar, pero tampoco podemos reducirlo a ello, ya que, ante esto podemos preguntar ¿si por algún motivo (Accidente, enfermedad, etc.)  tendríamos que quitar las partes sexo-genitales del hombre este dejaría de considerarse masculino? Muchos responderían que no, que, a pesar de la ausencia de ello, su masculinidad seguiría y con ello se cae el discurso de que la masculinidad es pene y testículo.

Relacionado con ello, Merleau Ponty expresa: “ En el mismo Freud lo sexual no es lo genital, la vida sexual no es un simple efecto de procesos, de los cuales los órganos genitales son la sede, la libido no es un instinto, eso es, una actividad orientada naturalmente hacia unos fines determinados, es el poder general que tiene el sujeto psico físico de adherirse a unos medios contextuales diferentes, de fijarse mediante experiencias diferentes, de adquirir unas estructuras de conductas” (Fenomenología de la Percepción, 1993, pág. 175). Es decir, el sexo tiene fuerte implicaciones existenciales, no solo genital o erótica.  Estas implicaciones existenciales y la sexualidad son una sola trama. Según Ponty: “reducir la existencia a la sexualidad, pero tampoco puede reducirse la sexualidad a la existencia; es decir, entenderla como absorbida por la existencia, todo en el hombre forma parte de una misma trama” (1993, pág. 183). Por lo cual, el argumento de la sexo-genitalidad, pierde su valor como único fundamento de lo que se considera masculinidad. La sexo-genitalidad es una característica biológica que los individuos poseemos, pero el discurso del género no se reduce a esto, sino que se configura con otros elementos o estereotipo y normas. Sus raíces son más profundas, y son las que regulan que deben ser los individuos.

En relación con el tema realicé pequeñas preguntas a algunos de mis compañeros de la Congregación religiosa a la que pertenezco y compañeros de clases que son parte del Profesorado de Enseñanza Media en Filosofía en la Universidad Rafael Landívar. Algunas de dichas interrogantes fueron: ¿Si a un hombre le vistiésemos con ropa de “mujer” dejaría de ser hombre? Todos respondieron que no, ¿Si un hombre realizará la limpieza en la casa, cocinara, lavara la ropa, etc., dejaría de ser masculino?, otros muchos responden que no. Y al preguntar ¿entonces qué es lo que te hace ser hombre-masculino? Muchos comenzaron a responder que su sexo-genitalidad, el practicar de algún deporte, el vestir de cierta manera con ciertos colores, la forma física-corporal, el corte de cabello, la manera de caminar, el tener relaciones sexo genitales con mujeres, etc. Pero al comenzar a preguntar si todas estas cosas desaparecerían o ya no las practicaran por ciertas o múltiples razones ¿dejarían de ser masculinos?, la mayoría con tono alarmante (con miedo, preocupación y a la defensiva) respondieron que no.  Al revisar las respuestas y el discurso socio-cultural en el cual estamos inmiscuido, se puede vislumbrar que masculinidad para muchos está relacionada con ciertas prácticas heteronormativas.  Entonces, que se considera como ¿masculino?, Sin duda alguna para muchos la respuesta es obvia, pero ella es mucho más compleja de lo que parece.

Cierto día, estaban un grupo familiar con sus “niños” y “niñas” en una playa de edades entre 4 y 5 años, la mayoría de los infantes estaban con poca ropa o sin nada, ya que estaban jugando y bañándose. Uno de los niños se acercó donde su mamá y ella le preguntó (preguntas que algunas mamas hacen, como medio de enseñarles a contar a sus hijos) ¿Cuántos niños están jugando contigo?, a lo que el infante contestó: “no sé porque no tienen ropa”. Desde nuestra infancia se nos configura con ciertos tipos de comportamientos, estilo de vestir, formas de hablar, caminar, correr, sentarse, etc. Se nos “enseña” a ser masculinos o femeninos, hombres o mujeres, macho o hembras. A lo largo de la historia estos elementos se manifiestan de múltiples maneras, y toda esta gran configuración tiene como bases esto que llamamos cuerpo. Según Butler “…comprender el género como una categoría histórica es aceptar que el género, entendido como una forma cultural de configurar el cuerpo, está abierto a su continua reforma, y que la «anatomía» y el «sexo» no existen sin un marco cultural” (Deshacer el género, 2006, pág. 23).

Al ser conscientes de todo este sistema heteronormativo que se ha configurado, desarrollado y reproducido durante mucho tiempo, nos podemos percatar que el discurso de la masculinidad, se da como una construcción social y cultural que le dice o configura a los individuos ciertos pensamiento y prácticas. Pero en palabras de Butler al hablar de género, nos referimos a una “preformación”, es decir, tomamos un rol, actuamos. Algo performativo se produce con una serie de efectos, caminamos, nos vestimos etc. Y esta actuación la mayor parte de veces, al igual que en un teatro, “se hace para otros”.

Por lo tanto, al hablar de “masculinidad” se puede decir que este discurso o construcción social se da de múltiples maneras en ciertas prácticas, estereotipos o normas que son constituidas o instauradas en nuestras mentes para ser reproducidas en prácticas concretas. La “masculinidad” se manifiesta como un sistema performativo que es parte de la dicotomía hombre-mujer, la heteronormatividad patriarcal. Esta preformación se da de diversas maneras, esto depende del contexto o la época. “Los términos para designar el género nunca se establecen de una vez por todas, sino que están siempre en el proceso de estar siendo rehechos” (Butler, 2006, pág. 25).

Al realizar mi descripción fenomenológica, pude darme cuenta que mi propia praxis diaria está configurada con muchas características heteronormativas, soy un sujeto que se ve y se siente masculino por su forma de vestir (colores que utilizo), caminar, hablar y por mi genitalidad. Pude darme cuenta que encerrado dentro de este marco de estereotipos, no daba la posibilidad a concebir a otro sujeto como masculino sino correspondía con los prejuicios que instaurados en mi mente.

Conclusiones

Al realizar una fenomenología del cuerpo, como manifestación de su sentido en la dimensión del darse como si, del contacto con y desde sí, en su sensibilidad y en su uso como referente de configuración de género, podemos dar una inicial conclusión, (inicial porque no es un producto acabado, sino una experiencia que busca abrir un camino hacia la reflexión).

A partir de la experiencia de tocar y mover podemos llegar a afirmar que existe un cuerpo, el cual se mueve y tiene sensibilidad. Que hay un contacto entre los cuerpos. El cuerpo es un mundo que está en contacto dentro de él. El hombre se oculta de los demás. El movimiento del cuerpo es guiado por los objetos externos a este.

Aquí surge una reflexión y análisis que nos lleva al discurso de la corporalidad, que a partir de la experiencia realizada podemos decir que el cuerpo se constituye y se da como una red dinámica de significaciones entrelazadas entre sí. El cuerpo mismo es una transmisión de ideas sedimentadas por el orden-mundo epocal imperante. La relación con los cuerpos es manifiesta por el lenguaje y se sedimenta por la normalización que performa la carne. En este sentido, es por medio del lenguaje como se comprenden, articulan y configuran las relaciones entre cuerpos. La concepción cuerpo-lenguaje se da, como sí, desde la urdimbre simbólica[10] del mundo; mundo humano. De esta forma, creado, configurado, normalizado. Por ende, no necesario sino contingente.

Así las lógicas de racismo y violencia de género que se articulan bajo el espectro de lo «normal» pierden su validez. Porque la normalidad está ligada a prácticas morales asumidas como ciertas en un contexto social concreto. Esto implica que se puede modificar, que no existe solo un sentido de mundo sino muchos sentidos realizables. Por tanto, no hay razón ni justificación para seguir reproduciendo este tipo de discursos lacerantes y mutiladores.

El cuerpo se inscribe, delimita, configura, normaliza y concibe en la moralidad vivida por una sociedad concreta. Cabe resaltar que la concepción cuerpo-lenguaje se inscribe en la cultura que la reproduce. Las normativas performativas poseen un carácter moral que configura las subjetividades sociales. Es por ello, se comprende la necesidad y la insistencia en el carácter de limpieza de los cuerpos. Es un carácter moral, asumido y reproducido por una cultura que toma carácter normativo y normal para la vivencia de las corporalidades individuales. Así, se comprende el rechazo que se da a todos aquellos que no se acoplan al modelo establecido.

La investigación fenomenológica de la concepción cuerpo-lenguaje deja mucho al plano de reflexión filosófica. De seguir ahondando en cómo se instauran estos modelos de comprensión del mundo en las subjetividades de los individuos. De cómo, por el uso de la palabra; y cómo estas inscritas en la materialidad del cuerpo, se reproducen, actualizan y confirman. Y, cómo nosotros como investigadores, nos proponemos frente a este tipo de reproducciones.

Por lo cual, si el cuerpo es donde se normaliza la moralidad y se configuran las praxis perfomativas, nos encontramos con el tema del género, especialmente con la masculinidad, ya que el discurso o configuración de la masculinidad como performación o normativa social, sienta sus bases en prácticas concretas que a lo largo de la historia se han y se siguen configurando para corresponder a la heteronormatividad del sistema patriarcal. Además, este sistema no permite que se pueda concebir otras maneras de darse la masculinidad, simplemente si no corresponde a ello, es considerado como anormal o raro.

También estas prácticas heteronormativas tienen como base de configuración esto que llamamos corporalidad. El cuerpo es el campo semiótico que se utiliza para moldear y establecer un patrón que regula toda una gama de comportamientos o estereotipos que ordena y normaliza lo que se considera como masculino. “Quien rompe con lo normado hay que eliminarlo”. Esto es lo que el sistema en muchas de sus partes profesa (político, religioso, social), pero es menester, no seguir con este discurso de violencia. Urge un diálogo para crear medidas más solidarias con aquellos que no corresponde a lo heteronormado. Una reflexión en torno a lo que consideramos como masculino, tomando en cuenta que se reduce a ciertas formas de actuación y prácticas que van más allá de lo sexo genital.
También este discurso del género dicotómico, es parte de todo un sistema mayor y también dicotómico relacionado con la raza, la etnia, clases sociales, etc. (Blanco-negro, rico-pobre, indio-ser humano, masculino-femenino, entre otras). Este sistema en sus partes más conservadoras no permite establecer unas relaciones interpersonales ni de reconocimiento con aquellos que no corresponde a lo considerado normal, creando así relaciones asimétricas, discriminatorias y homofóbicas.

Asimismo, al hablar de corporalidad se nos presenta el hecho de la sensibilidad que en nuestra experiencia se no da como un estímulo que recibimos al percibir otras cosas, y podemos observar que es un hecho que muchas veces lo dejamos a un lado o muy poca es la atención que se le presta. La percepción y sentir de cada individuo es diferente y surge una pregunta ¿Cómo la conciencia se dirige hacia este tipo de cosas para sentir un evento concreto y no sentir todos los eventos que circundan al cuerpo? Fenomenológicamente el fenómeno de la sensibilidad del cuerpo se da como un acto meramente del propio cuerpo en sí, sino que es un proceso, una   relación de intencionalidad entre las cosas que me dan de sí y mi conciencia que le da de sí mis cosas para poder fijarse. La sensibilidad es parte del cuerpo, fruto de la relación entre la intencionalidad y la cosa.

Con estas bases se confirma pues parte de los objetivos primeros de la investigación, de cómo el cuerpo se da como producto hermenéutico del ser humano y con él todas sus relaciones. Queda el espacio abierto para la profundización del mismo y para seguir estableciendo propuestas de argumentación que, desde la fenomenología, desvelen y articulen otros de los muchos sentidos que el mundo da de sí. Con el fin de mostrar que existen otras posibilidades de mundo dentro del «mundo».












Bibliografía

Beauvoir, S. d. (1998). El segundo sexo. Madrid: Cátedra.
Butler, J. (2006). Deshacer el género. Barcelona: Paidós.
Butler, J. (2007). El género en disputa, El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós.
Cassirer, E. (1968). Antropología filosófica, Introducción a una filosofía de la cultura . México: Fondo de Cultura Económica.
Pineda, A. O. (2014). El sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne . Guatemala.
Pineda, A. O. (2016). El Ruido del Cuerpo, La significación del cuerpo en el performance. Pensamiento Crítico, Filosofía, Arte, Literatura, 95-105.
Ponty, M. M. (1993). Fenomenología de la Percepción. Barcelona: Planeta- De Agostini.










[1] Es menester acotar que este es el Tema central de la investigación. Pero, uno de los aspectos sobre los cuales se investiga es precisamente su consideración y referencia denominativa exclusiva como cuerpo. El Término, por tanto, se utiliza como referente al realizar la investigación, pero dentro de la misma se vuelve tema de investigación y se somete a análisis.
[2] El uso de las comillas porque a pesar de tratar de eliminar fluidos el cuerpo constantemente los produce.
[3] Haciendo énfasis que en las prácticas culturales de nuestra sociedad, percibir una cara aceitosa es carácter de suciedad y de repulsión.
[4] Que también son cuerpos desde el plano físico, en esta ocasión se hace la diferencia de los cuerpos humanos que es hacia donde se ha orientado la investigación. 
[5] Entendida como la vivencia del cuerpo = práctica de ritos.
[6] Existen muchas salvedades; pero, para efectos del ensayo de establecer la normalización de los «cuerpos» se concibe este ejemplo de manera simple.
[7] Las cursivas son mías.
[8] No porque en efecto así sea. Sino porque el discurso moral normativo así lo presenta: como un orden dado e inamovible. Por ende, eterno, inmutable, perenne.
[9] Aunque por la sedimentación de los significados del mismo se establecen como verdades inamovibles e infinitas. En otras palabras, como esencias.
[10] Citando a Cassirer.

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