Marvin Gómez 2032615
Matías Ayala 2297615
Fernando Ramos 2028215
Jairo Batres 2028315
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Fenomenología del «cuerpo»[1]
como manifestación de su sentido en la dimensión del darse como sí, del
contacto con y desde sí, desde su sensibilidad y en su uso como referente de
configuración de género
(Informe final de
investigación)
Introducción
El ser
humano como tal se constituye en una realidad configurada por símbolos. Y, todo
lo que lo circunda adquiere significación. Con ello, las relaciones humanas son
relaciones hermenéuticas. Constantemente el ser humano realiza esfuerzos por
interpretar su contexto, su realidad, lo que acaece. Este carácter hermenéutico
del ser garantiza una suerte de suelo firme sobre el cual dar paso firme en la
cotidianidad de la vida.
Es
así, como el cuerpo se enmarca dentro de esta gama de interpretaciones
constantes ¿Cómo se da pues el cuerpo? ¿Cuáles son las relaciones que se
establecen con él y otros cuerpos? ¿Cómo se configura como tal? ¿Qué
importancia tienen los significados para el cuerpo? ¿Cuál es la concepción que
se tiene de este? Son algunas de muchas interrogantes que se deslindan de la consideración
del cuerpo. Por ser un enigma el mismo cuerpo en sí mismo, se dio la
oportunidad de emprender una investigación acerca de sus modos de darse.
La
visión de los modos de darse del cuerpo surge de la terminología
fenomenológica. Porque precisamente la investigación, sobre la cual se comparte
el siguiente informe, parte de la aplicación del método fenomenológico. El cual
considera como punto de partida la experiencia y no busca una sola
significación del mundo; sino comprende que el sentido del mundo se configura
constantemente en el fluir eterno de experiencias. En este caso, la experiencia
del cuerpo como tal. Cómo este da de sí en sus múltiples significados y
manifestaciones. A partir de ello, se fue configurando la presente
investigación como resultado del estudio del cuerpo desde distintos enfoques:
el cuerpo como producción del lenguaje, el cuerpo desde su limitación por el
contacto con otros cuerpos, la sensibilidad del cuerpo y el cuerpo como
referente de configuración de género.
Cabe
resaltar que el presente informe ha sido un esfuerzo fenomenológico de
investigación. Y, desde ya, se hace la salvedad que los resultados y la
interpretación de los mismos han surgido de las experiencias realizadas por los
investigadores. El motivo del compartir la investigación es en miras del método
fenomenológico; que también busca crear comunidad científica de reflexión
filosófica.
El
punto principal de partida fue la experiencia de cada investigador a partir del
enfoque que cada quien abordó. Sumado a ello, se tomaron como referencia
algunas obras filosóficas para dar forma a las reflexiones teoréticas.
Concretamente, se consideraron fundamentalmente las obras de Merleau Ponty en
la Fenomenología de la percepción, Judit
Butler en El género en disputa y Deshacer
el género, El sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne y El ruido del
cuerpo; Ambas obras de Ángel Orellana. Se han citado otras fuentes de las
cuales se toma como referencia algunas consideraciones generales tales como las
de Ernst Cassirer, Ana Amuchátegui Herrera y Simone de Beauvoir.
Se
presenta pues, un breve recorrido por la experiencia de investigación que vivió
cada investigador, la síntesis de los hallazgos dados por la experiencia y las
conclusiones a las cuales se pudo llegar en conjunto. Desde ya, queda el
espacio abierto para la discusión en cuanto a los métodos de interpretación
presentado. Es por ello, que se muestra el siguiente informe en miras a
contribuir con la configuración del sentido del mundo. En este caso, la configuración
del cuerpo desde el darse como sí mismo en la experiencia. De ello se desprende
nuestro deseo de compartir nuestro trabajo para seguir creando comunidad
fenomenológica de reflexión. Lo presente es una investigación en rumbo aún, a
esperas de mejoras continuas.
Síntesis de las investigaciones
a)
Concepción cuerpo-lenguaje
Intentos de comprensión
fenomenológica de la acepción «cuerpo» como interpretación de significados
simbólicos en la experiencia ritualística inicial matutina
(Jairo Batres)
Experiencia
de investigación
Darse
a la tarea de investigar es una faena de especial consideración. No es difícil,
pero si trabajoso. Expreso que no es difícil porque mientras se escoge un tema
de interés no hay problema en abordarlo y en recopilar datos para la misma.
Aunque, desde el plano fenomenológico, la investigación adquiere otro grado de
dificultad; Precisamente por la aplicación del método. El tema que surgió para
la investigación fue la Concepción cuerpo-lenguaje. En busca de comprender cómo
se dan nuestras relaciones con el cuerpo y porqué al proferir cuerpo nos
referimos normalmente al cuerpo humano. La relación con el propio cuerpo y con
otros cuerpos es parte del enfoque de investigación. Pero el campo de estudio
concreto se enmarca dentro de la experiencia de los ritos matutinos de limpieza
a los que el cuerpo se somete. Cuál es la experiencia del cuerpo en ese
momento, qué cambios experimenta, cómo es la relación con él mismo, qué de todo
encuentra sentido para el cuerpo fueron algunas interrogantes que motivaron la
determinación de ese campo de estudio.
Lo
anterior, desde la aplicación del método fenomenológico, fue lo difícil.
Primero, por la epojé inicial. Tratar de nombrar lo menos posible y dedicarse a
la experiencia misma, ha sido una tarea muy ardua. Se hizo casi imposible. Pero
aún, en medio de la dificultad del uso del lenguaje, la misma experiencia dio
de sí para poder extraer evidencias. A ello le siguió la puesta por escrito de
la experiencia. Esta se fue desarrollando hasta dejar la descripción más
sintética posible. De la cual, se pudo extraer algunas evidencias de interés
para la investigación. Posteriormente, me dediqué a buscar bibliografía para
poder sustentar mi análisis del cuerpo como concepción del lenguaje. Esta
búsqueda de la bibliografía me motivó más a continuar con esta investigación.
Ya que, conocer que otros autores ya han trabajado sobre el tema me dan
garantía que se puede recorrer un camino de mayor profundidad. De hecho, la
identificación con la investigación a partir de la bibliografía encontrada, ha
dejado muchas interrogantes; más de las que tenía al principio. Creo que eso es
motivo para seguir ahondando.
Después
de esto, la investigación tomó un rumbo diferente ya que decidimos trabajar en
grupo con unos compañeros de investigación. Todos sobre el tema del cuerpo,
pero desde enfoques distintos. El primer esfuerzo grupal fue sencillo, fue
prácticamente poner en común los hallazgos de cada uno y presentarlo. Lo
difícil ha sido la puesta en común para realizar el informe final. Lograr
realizar conclusiones conjuntas no es complicado, pero sí requiere de diálogo,
justificación y argumentación para llegar a un consenso. Aunque, también cabe
resaltar que, en los trabajos previos dentro de las evidencias extraídas por
cada uno, había mucha similitud. Esto último, facilitó también la orientación
hacia la cual se enfocaría en último término la investigación. Como repito, no
ha sido una investigación exhaustiva, pero si ha requerido trabajo y búsqueda
por parte de los autores. Esperamos seguir ahondando en el tema y conocer no
solo nuestras posturas de interpretación; sino también, la concepción de otras
personas acerca del cuerpo y su relación con él.
Discusión-síntesis
El
cuerpo, desde los ritos matutinos está normado. La asepsia del mismo se
articula sobre la base de una moralidad que evoca la limpieza de los cuerpos. A
ello, se le suma el carácter de confiabilidad, seguridad, frescura, vigor,
fuerza… civilidad. Esto, atendiendo a nuestro entramado cultural occidental que
dicta que el cuerpo debe bañarse para verse bien. La limpieza del cuerpo es una
especie de slogan sobre el cual gira la vida: lavarse bien las manos, lavarse
bien el cabello, lavarse bien las orejas… en fin, lavarse bien de todas partes:
no tiene que haber rastros de fluidos corporales. Son suciedad. Toda la asepsia
se enfoca a la eliminación de fluidos con el fin de mostrar un cuerpo impoluto.
Existe una especie de desagrado hacia los fluidos corporales que exige la
limpieza de los cuerpos. Es una negación de la naturalidad. Porque precisamente
eso es lo que naturalmente produce el cuerpo. El cuerpo no produce conceptos,
sino fluidos. El humano genera conceptos para los fluidos; y con ello, su
significación normal. Es decir, el humano determina cómo serán asumidos estos
fluidos dentro de la vida de las personas.
El
proceso de normalización no va solo. Se emparenta con las medidas de acción
para contrarrestar lo no permitido. Se articula una suerte de receta para
prevenir o eliminar la anormalidad. Pareciera que la relación con los fluidos
corporales es una enfermedad contagiosa que se debe eliminar. Y aquel que
conlleve una práctica contraria es digno de exclusión, de desagrado y de
desprecio. Es una cadena de significaciones: primero con el propio cuerpo, debe
estar limpio y no mostrar rastro de suciedad; luego, este cuerpo «limpio»[2] se debe o espera se
relacione con otros cuerpos limpios; y por último, si los cuerpos limpios se
encuentran con un «no limpio» hay que descartarlo. No se pueden relacionar el
agua y el aceite[3].
La
realidad y las relaciones se articulan en las significaciones. Son las
significaciones mismas las que dan sentido a las experiencias cotidianas. Y
estas, a su vez, determinan el modo de concebirse el cuerpo en el mundo. Dentro
de la investigación en la ritualística inicial matutina se obtuvieron, a partir
de las descripciones, algunas evidencias:
1. El cuerpo ocupa un espacio concreto en la
realidad: el cuerpo no puede ocupar el mismo espacio que otro cuerpo
ya ocupa. Sobre este plano se da un análisis de individualidad porque cada
cuerpo ocupa un lugar determinado. Pero, a la vez, desvela un carácter de
igualdad. En la que, hace ver que la existencia de los cuerpos no se puede
negar. Hay algo allí que existe y que me impide ocupar ese lugar. Todo cuerpo
ocupa un lugar a la vez en un tiempo determinado.
2. El cuerpo es materia al igual que los
otros cuerpos que lo circundan: Es punto es similar al
anterior. Pero se analiza desde la perspectiva que todo cuerpo está constituido
de la misma materia. Todos los cuerpos poseen carne. Los cuerpos son de carne.
Esto presenta otra relación de igualdad y de no diferencia frente a los demás
cuerpos.
3. El cuerpo se extiende y alcanza otros
cuerpos, no existe como solo: Así como se relaciona el cuerpo
con otros objetos[4]
así el cuerpo se relaciona con otros cuerpos similares que se mueven, tienen
las mismas características y se presentan de la misma forma como existentes. No
se percibe un cuerpo como solo, siempre se relaciona con otros cuerpos. Todo es
materia.
4. El cuerpo se mantiene inmutable en cada
rito matutino: Es decir, que el cuerpo en su corporalidad no
muta. Permanece sin modificación alguna. Solo cambia su estado de presentación
ante la vista.
5. El cuerpo se percibe a sí mismo y a su
entorno: Todo el cuerpo es punto de recepción de información del
exterior: El cuerpo en su totalidad se presenta como campo receptor de la
información. Pero, a su vez, confiere información constantemente a los otros
cuerpos. Esto abre el camino de la interpretación constante en las relaciones
corporales.
Con estas evidencias, pude constatar que no
existe mayor diferencia física en la existencia de cuerpos. Todos son materia,
se mueven, tienen extensiones, intercambian información, ocupan un espacio
determinado en un tiempo específico. Todos los cuerpos son carne; de esta forma
surge la pregunta. ¿Dónde radica pues la
diferencia en el trato de los cuerpos si todos poseen la misma materialidad? En
las significaciones. Es aquí donde el análisis de toda la investigación se fue
desarrollando con mayor densidad a partir de la bibliografía consultada.
Partiendo de lo establecido por Ernst Cassirer en referencia al carácter
simbólico que caracteriza al humano. Pasando por la Fenomenología de la percepción de Merleau Ponty, El género en disputa
de Judith Butler, El sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne y El ruido
del cuerpo; estas últimas de Ángel Orellana. De esta forma se elaboró el
análisis conjunto. El cual, queda siempre abierto a la discusión para seguir
ahondando sobre la concepción cuerpo-lenguaje.
La
propuesta teórica de Cassirer fungió como base del análisis: “El lenguaje, el mito, el arte y la religión […]
forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de
la experiencia humana” (Antropología filosófica,
Introducción a una filosofía de la cultura , 1968, pág. 26) .
Es aquí, donde también se enmarca el cuerpo. Entendido no como la referencia
concreta a la materia que ocupa un espacio, sino como una construcción
simbólica. Es decir, como producción lingüística. Que, desde la investigación
fenomenológica de la concepción cuerpo-lenguaje, se ha tratado de esbozar. El lenguaje determina y delimita el mundo
humano. Con este se hacen procesos de interpretación constante de la realidad.
El cuerpo es parte también de esta interpretación. El cuerpo mismo es
interpretación.
El lenguaje es vehículo y manifestación del
pensamiento. Posee significados, los confiere, los determina, delimita y
transmite. Es por ello que en el uso lingüístico las palabras portan sentidos.
Y, dentro de la reproducción estos sentidos se confirman, actualizan y
sedimentan. Una vez sedimentados los sentidos y significados, la vivencia se
delimita por el uso del lenguaje. El cuerpo, pues, se delimita en estas
relaciones hermenéuticas, porque la misma concepción de cuerpo es lenguaje. Y,
por tanto, delimitada, determinada, conceptualizada, simbólica, significada y significante;
y por ello, constantemente interpretada.
Merleau Ponty parte de su análisis del cuerpo en la
dimensión de la palabra desde la concepción del “vocablo como instrumento de acción
y como medio de dominación” (Ponty, 1993, pág.
192) .
El vocablo es y evoca acción, porque porta sentido, transmite significado. Al
proferir un sonido verbal, no solo se emite un ruido, se expresa toda una
historia conceptual de dominación detrás de la palabra expresada. Es por ello
que Ponty considera el vocablo como acción. Así pues, el cuerpo es acción, su
presencia y su manifestación portan significado. Pero cabe resaltar que este
último no es un significado que de sí mismo se atribuye al cuerpo. Este sentido
es un sentido y un significado instaurado. La materialidad sobre la que reside
la concepción cuerpo es constantemente resignificada por un orden-mundo (Pineda, El Ruido
del Cuerpo, La significación del cuerpo en el performance, 2016, pág. 96) .
El cuerpo, pues, forma parte de un entramado
constante-infinito de relaciones hermenéuticas. Todo el mundo es símbolo porque
el mundo es producto humano; por ende, simbólico. En esta dimensión,
interpretando el pensamiento de Ponty, la concepción del cuerpo debe ser
considerada dentro, y partícipe, de una constante relación con el contexto.
Contexto definido y delimitado por diversos sentidos y significaciones. Por
tanto, interpretaciones. El lenguaje se convierte en el contexto en el que se
delimita el cuerpo. De esta forma, si el contexto es diverso y abierto, el cuerpo
se manifiesta, articulando a Orellana (2014) , como “un
sentido, una significación, un aglomerado de significaciones condensadas en la
idea de <<el cuerpo>>” (El sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne ,
pág. 9) .
La
significación y la interpretación del cuerpo se define por la reproducción del
discurso performador sedimentado. Existe un contexto social que determina y ordena
nuestros modos de interpretar y definir. Nuestros cuerpos están ordenados,
normalizados, delimitados, determinados. La corporalidad[5] está normalizada. Existen
espacios distintos para cada cuerpo. Como ejemplo, por el contexto (atendiendo
a función social, papel interpretado en el rol institucional, y la
«identificación de género») alguien que se identifica como mujer no puede-debe
ingresar a un sanitario de hombres[6] y viceversa. Para cada
cuerpo existe un lugar y un espacio concreto. Esto lo confirman las relaciones
sociales. El sentido del discurso normalizador impera, categoriza y demarca el
comportamiento humano. El sentido del cuerpo se configura por este correlato
contextual entre el discurso normalizador y la carne performada. El cuerpo se
presenta como medio de comunicación con el espacio. A través del movimiento se
proyecta una expresión de significado. Tal es el pensamiento de Ponty cuando
establece que “vivimos en un mundo en el que la palabra está instituida […] donde la[7] palabra es un gesto y su
significación un mundo” (Fenomenología de la Percepción, 1993, pág. 201) .
Para
Merleau “toda operación lingüística supone la aprehensión de un sentido” (1993, pág. 212) . Esto permite la sedimentación de una «verdades»[8], definiciones, «esencias
del cuerpo». Dichas verdades y esencias se constituyen sobre una serie de
significaciones y sentidos. Por lo que, el carácter de verdad es
interpretación. De esta forma, se abre paso a la afirmación que el filósofo
francés en relación al lenguaje; y, en este caso, el cuerpo-lenguaje: “la
significación devora los signos” (1993, pág. 200) . Es decir, que la
materialidad que sirve de referente para soportar la significación del cuerpo
es siempre aislada. Por tanto, nuestras relaciones se establecen con
interpretaciones constantes e infinitas. Se afirma, entonces, como asevera
Orellana (Pineda, 2014) , que nuestras
relaciones se dan con la “idea del cuerpo”.
Las
interpretaciones del cuerpo tienen sus límites dentro de los parámetros de
normalización vigentes. Esto último por la consideración histórico-política que
Butler (2007) hace del cuerpo
cuando asevera que “los límites del cuerpo son los límites de los socialmente hegemónico” (El género en disputa, El feminismo y la subversión
de la identidad, pág. 258) . El cuerpo pues es
atemporal y epocal al mismo tiempo. Atemporal porque siempre la idea de cuerpo
se coloca sobre la materialidad a la que performa; y epocal, porque las redes
de significación con respecto al cuerpo cambian con las épocas. La dimensión
histórica de la concepción de cuerpo soporta las inclemencias de los cambios
paradigmáticos. Además, por ser un concepto, es flexible y no eterno[9]. Las relaciones con
significados cambian pues con el pasar del tiempo; y la materialidad que porta
esos conceptos simplemente es performada dichas significaciones. Así se
comprende el pensamiento de Butler con el carácter de performatividad que posee
el cuerpo en la configuración-juego-identificación del género donde “el cuerpo
siempre está en estado de sitio, soportando el deterioro de los términos mismos
de la historia, y esta es Ia formación de valores y significados mediante una
práctica significante que exige someter el cuerpo” (2007, pág. 256) .
b) Contacto
con el cuerpo
La fenomenología del tocar y mover
(Fernando Ramos)
Experiencia
de la investigación
La experiencia
de dejar todo conocimiento previo, realizando epojé, y sentir una experiencia
como si fuera la primera vez en tu vida, es algo sumamente difícil. Normalmente
nuestra mente no está acostumbrada a percibir todo lo que realmente pasa. Y el
estar prestando atención de cada movimiento es una situación que requiere de
más de un acercamiento al hecho. El hecho se da de forma natural y espontánea,
ese no es problema. El problema es lograr percibir y aprehender todo lo que
acaece. Ya que estamos muy acostumbrados a ser lo más pragmáticos posibles, y
aquí incluye percibir sólo aquello que realmente nos sea útil. Por momentos me
resultó más fácil, pero tenía que permanecer muy atento, normalmente esto no
duraba mucho. Como toda investigación, ha sido de ir avanzando un poco cada día
y estar atento a cualquier nueva sensación o alguna que recuerde la sensación
del hecho que uno está investigando. De esto se trata la fenomenología, de una
espiral sin fin, en el cual se va regresando y revisando el hecho una otra vez
para poder hallarle el sentido de lo que significa para mí ese hecho. El
sentido del porqué actuó como actuó o de un objeto para mí.
La experiencia
resultó ser bastante desafiante y llena de sentido. Aunque en el principio no
fue así, empecé con una actitud indiferente, sobre todo porque no le hallaba
sentido a esta investigación. Pero al final le encontré el motivo el cual es
encontrarle el sentido a las cosas que hago o suceden para mí. También como
todo está relacionado y unido en este mundo.
Discusión-síntesis
La descripción
fenomenológica por la cual me guie fue la sensación del tacto y el movimiento
desde el despertar hasta el transmetro. Básicamente una hora en total, en dos
partes. Como la piel entra en el contacto con varias cosas, desde la sabana y
la colcha hasta el ponerse de pie. Caminar, sentir el cuerpo en movimiento,
luego el bañarse, sentir el agua y los movimientos que realiza el cuerpo. El
secarse y regresar al cuarto, luego el ponerse ropa. Cuáles son las sensaciones
y movimientos que se tienen en esos momentos. Como el cuerpo se va ocultando y
viéndose movido por los objetos externos, desde la ropa hasta las puertas, los
pasos al caminar y la velocidad al caminar mediada por los carros u otros
objetos. El contacto cuerpo con cuerpo, que se da de forma sin intención. La
reacción del cuerpo y de los movimientos ante el contacto.
El tema del
cuerpo es un tema básico en la fenomenología general. Varios autores han
realizado estudios fenomenológicos del cuerpo, ya que es la conexión entre el
“yo” y la realidad. El cuerpo como el vehículo que nos lleva a experimentar los
objetos que se nos dan. Como dice Ponty el cuerpo como una “toma de consciencia
global de mi postura en el mundo intersensorial” (Ponty, 1993, pág. 116) . También define el
cuerpo como el mundo. Desde aquí mi interés por el movimiento y el contacto con
las cosas que nos acaecen.
Merleau Ponty en
su libro “La fenomenología de la percepción”, dedica un capítulo al tema de la
motricidad y de la espacialidad del cuerpo en el cual utilice para enriquecer
esta investigación. Para Ponty el cuerpo como una barrera que no puede ser
traspasada por nada, más allá de la materialidad el cuerpo como mundo como conexión.
En mi investigación se logra percibir esta barrera, que provoca movimientos,
que logra percibir las cosas, pero nada de esas cosas entran en el cuerpo. La ropa
que se coloca no se mezcla con el cuerpo, ni el agua, ni el jabón, etc. Las
cosas respetan el espacio del cuerpo por así decirlo.
“El cuerpo no es
más que un elemento en el sistema del sujeto y de su mundo, y la tarea le
arranca los movimientos necesarios por una especie de atracción a distancia,
como las fuerzas fenomenales en acción en mi campo visual me arranca, sin
calculo, las reacciones motrices que establecerán entre si el mejor equilibrio,
o como las usanzas de nuestro medio, la constelación de nuestros auditores, nos
arrancan inmediatamente las palabras, las actitudes, el tono que resultan
convenientes; no porque busquemos como camuflar nuestros pensamientos o como
agradar, sino porque somos literalmente lo que los demás piensan de nosotros y
lo que nuestro mundo es.” (Ponty, 1993, pág. 123) .
En mi
investigación se puede observar esta afirmación, de cómo mi cuerpo se ve en
movimiento por los objetos. Por ejemplo, una camisa, debo realizar una serie de
movimientos cuando esta se me presenta para que me la ponga. El contacto de la
misma forma, cuando hay algunos objetos mi tacto conscientemente se vuelve
nulo. pero cuando hay un cuerpo con el cual ni estoy familiarizado y me siento
incomodo; la sensibilidad se torna muy fuerte. El cuerpo y el mundo son uno
solo, en dos objetos diferentes. Ambos se ven totalmente influenciados el uno
por el otro, y al final somos lo que los demás piensan que somos y de esa forma
actuamos día con día.
c)
Sensibilidad
del cuerpo
Fenomenología
de la sensibilidad corporal
(Matías Ayala)
Experiencia
de investigación
Merleau Ponty en su libro Fenomenología de
la percepción en el capítulo de “El Sentir” explica un sobre que “Hay unas
sensaciones que son unos estados o unas maneras de ser del sujeto y, en calidad
de tales, son verdaderas cosas mentales.” (Ponty, 1993, pág. 225) . Así mismo, mi
investigación basada en el sentir, en las percepciones de los objetos que nos
rodean, en el sentir como los objetos hacen contacto con nuestro cuerpo, que
solo es un contacto de percepción no de sentido; como un contacto superficial y
no un contacto puro.
El deseo de poder investigar este tema,
fue cuando trate de ponerle atención así de repente, a lo que hago día a día
hago, es decir la rutina. El cómo sentía las sensaciones del cuerpo al tocar
los objetos que hacían a mí alrededor. Poco a poco le fui tomando la
importancia necesaria para mi investigación y así es como fui percibiendo lo
que se topaba a mi cuerpo, y como iba reaccionando el tacto en mí. Como pude
observar, normalmente no nos damos la tarea de poner la atención a las
percepciones que vamos teniendo en nuestro diario vivir, solamente ponemos la
atención necesaria cuando sentimos que las percepciones van creando un impacto
en nosotros.
Discusión-síntesis
La sensibilidad es un estímulo que
recibimos al percibir otras cosas, y podemos observar que es un hecho que
muchas veces lo dejamos a un lado o muy poca es la atención que se le presta.
La sensibilidad del cuerpo siempre persiste en nosotros, pero solo le damos
mayor auge a los momentos que son de mayor impacto en nosotros.
Dentro de mi investigación fueron
surgiendo dudas que, de una manera, se aclararon con la ayuda de la lectura de
Ponty (1993) . Sobre el sentir en la filosofía empirista se supone
a un individuo X en el acto de percibir pero este individuo quiere describir lo
que ocurre, en él hay sensaciones que son
unos estados o formas de ser del sujeto en calidad de tales y son consideradas cosas verdaderas mentales, el filósofo describe las
sensaciones y su sustrato como por ejemplo: se describe la fauna de un lugar
determinado, sin percatarse de que el también percibe, que el individuo
perceptor y que la percepción es tal como se vive, desmiente todo lo que dice
de la percepción en general.
No se trata de hacer una descripción de la
percepción como un hecho que se producen en el mundo, porque nunca se podemos
borrar del encerrado del mundo esa laguna que nosotros somos y por donde este
llega a existir para alguien debido a que la percepción es el defecto. El
acaecimiento que se da en la percepción recibe, un nombre que figura en la
descripción, el nombre que se le da es de Ego trascendental.
Si el propio cuerpo y el momento empírico
solo son elementos dentro del sistema de la experiencia, objeto entre otros
objetos bajo la mirada del verdadero yo. Solo se entiende si el yo empírico y
su cuerpo no son, para e iniciar objetos si jamás resulta serlo completamente,
si este tiene un sentido es decir que observo pedazos de cera con mis ojos y si
posteriormente esta posibilidad de ausencia de esta dimensión de escape y
libertad que la reflexión abre en el fondo de nosotros a so se le llama Yo
trascendental. La psicología inductiva nos ayuda a buscar un estatuto nuevo
haciendo ver que no es ni un estado o una cualidad, ni la consciencia de un
estado o una cualidad; las enfermedades del cerebelo de la corteza frontal
ponen de manifiesto lo que se podría llamar influencia de las excitaciones
sensoriales en el tono muscular.
Las sensaciones las cualidades distan de
comprimir la vivencia de un cierto estado o de un quale indicible (Ponty, 1993) , con una fisionomía
motriz, encerrado en un significado vital, los estímulos desenvuelven
movimientos nacientes se ligan a las sensaciones o a la cualidad, y forman un
halo alrededor de la misma, que al lado de la percepción, y el lado motor del
comportamiento que comunican. El significado motriz de los colores se vislumbra
si estos dejan de ser estados cerrados en ellos mismos o cualidades que no se
pueden describir ofrecidas a la verificación de un sujeto que razona, si
afectan, en mí cierto empalme general por el cual estoy adaptado en el mundo ,
y si por otra parte, la motricidad deja de ser la simple conciencia de mis
cambios de lugar presentes o próximos para llegar a convertirse en la función
que a cada momento establece patrones de
magnitud variable de mi ser en el mundo.
En cierta atmosfera brindada a la potencia
de mis ojos y de todo el cuerpo, la experiencia del color ratifica y comprende
la correlación establecida por la psicología inductiva, como por: ejemplo el
verde pasa comúnmente como un color que me hace descansar, me encierra en mí
mismo y me brinda paz. La forma de un color en los individuos que han perdido,
es posible exponiendo delante de ellos unos colores reales, sin importar cuales
sean, el color real produce en ellos una concentración de la experiencia
coloreada que permite agrupar los colores en sus ojos. El sujeto de la
sensación no es un absorto que nota las cualidades, ni un medio inactivo por
ella afectado o modificado es una potencia que conoce a cierto medio de
existencia o se enlaza con él.
El ser solamente es para quien sea capaz
de alejarse respecto del mismo y que este pues absolutamente fuera del ser,
debido a esto es como el espíritu pasa a ser el sujeto que logra sentir la
percepción y así la noción de los
sentidos se vuelve inseparable, los ojos o los oídos solamente son unos
instrumentos de excitación corpórea y no de la precepción en sí, debido a que
no hay un término medio entre el en sí y el para sí y no siendo y no siendo al ser muchos, yo
mismo, mis sentidos solamente pueden ser objetos, sé que la luz lastima mis
ojos, que los contactos se realizan a través de la piel, que el calzado lastima
mi pie, diseminado en mi cuerpo las percepciones pertenecen a mi alma, presto
atención a lo percepción en lo percibido, pero ahí solamente no hay más que la
estela espacial y temporalmente de los actos de conciencia.
Si la reflexión quiere razonar como pura
reflexión o como progreso hacia la verdad, no se puede limitar a sustituir una
visión del mundo por otra, se debe de mostrar como la visión ingenua del mundo
y queda comprendida y superada en la visión reflexiva. Es decir que soy yo
quien piensa situado en un cuerpo y provisto de cinco sentidos evidentemente no
pasa desapercibido de ser una respuesta verbal, debido a que yo como ser
pensante reflexiono, no puedo reconocerme en este yo encarnado, la encarnación
en principio es una ilusión la posibilidad de esta ilusión es incomprensible.
La sensación sin duda alguna es
intencional, y no se apoya en si en una cosa, apunta y significa más allá de si
misma, la sensación resulta intencional porque presupone un encuentro en lo
sensible y la proposición de un ritmo de existencia llamado abducción o
aducción, llevando a efecto esta proposición
deslizándome a una forma de existencia que me sugiere o me remite a un
ser exterior, tanto para cerrarme o para abrirme a él; lo sensible y el sensor
no están frente a frente como dos términos exteriores, ni es la sensación una
invasión de lo sensible en el sensor. El cuerpo por naturaleza es sensible,
pero la sensibilidad la vamos desarrollando por medio de nuestra experiencia
con nuestro alrededor. La sensibilidad es relativa en cada ser humano, ya que
la sensación que a mí me puede impactar, a otro ser humano puede parecerle tan
normal.
d)
Cuerpo
como configuración de género «masculinidad»
Hermenéutica
de la masculinidad
(Marvin
Gómez)
Experiencia de investigación
“Considerar al género como una forma de
hacer, una actividad incesante performada, en parte, sin saberlo y sin la
propia voluntad, no implica que sea una actividad automática o mecánica. Por el
contrario, es una práctica de improvisación en un escenario constrictivo.
Además, el género propio no se «hace» en soledad. Siempre-se está «haciendo»
con o para otro, aunque el otro sea sólo imaginario”. (Butler, 2006, pág. 13) .
Una mañana al caminar por los pasillos de
la universidad Rafael Landívar, escuché una voz que expresó: “¿puta vos, no
había pantalones para hombres?”, dirigí mi mirada al lugar donde se iniciaba
una posible conversación. Era un grupo de jóvenes del sexo masculino, que se
encontraban con uno de sus compañeros y antes de saludarlo o desearle buenos
días, lo primero en decirle fue la expresión antes descrita. El joven a
quien dirigían la expresión, portaba un pantalón color celeste, que
evidentemente le quedaba sumamente ajustado a sus piernas. La conversación
siguió, y los demás compañeros expresaban: “puta ahora ya pareces mujer, con
ese pantalón”, “Te voy a comprar un pantalón de hombre”. La conversación
continuó, pero mi destino era diferente al de ellos y ya no pude escuchar nada
más.
Este hecho, me dejó con algunos
interrogantes sobre esto que consideramos “masculino” o “masculinidad”. Me
pregunté ¿Acaso un pantalón, una camisa o dicho color puede definir quién es
masculino?, ¿Qué prácticas son las que fortalecen el discurso de la
masculinidad?, ¿Por qué la reacción de aquellos jóvenes ante aquel evento? Todo
ello me llevó a realizar una pequeña investigación (desde el curso de
fenomenología, que actualmente estoy recibiendo), sobre lo que se considera como
“masculino”, el cómo se manifiesta o se da en cosas concretas de la vida
diaria, quiénes determinamos o definimos quién es o no es masculino, cómo se da
esta configuración, etc.
Sin duda alguna, el tema del género es un
contenido que años atrás pasaba desapercibido por muchos de nosotros. La
mayoría correspondemos a lo heteronormado, a lo establecido y configurado en
nuestras mentes y praxis. Aquellos que rompen o no corresponden con toda esta
cantidad de normativas son visto como anormales, raros, indeseables, etc. Y lo
peor de todo esto, que dichos individuos pasan a ser el blanco del no
reconocimiento y la violencia que propaga el sistema patriarcal. La
masculinidad se da en diferentes formas y prácticas culturales durante las
diversas épocas de la historia y contextos sociales. Pero al realizar un
recorrido por la historia, se puede notar que lo que conforma esta
configuración genérica está relacionada con formas de vestir, uso de colores,
modos de caminar y sentarse, tonos de voz, genitalidad, forma corporal y
diversas performaciones que tienen como base de configuraciones esto que
llamamos cuerpo.
La masculinidad en muchos contextos es
reducida o “…constituida por las conductas y actitudes que diferencias a los
hombres de las mujeres” (Ana Amuchátegui Herrera, p. 172). El establecimiento
de la dicotomía masculino-femenino ha realizado un sin número de estereotipos
sociales que encierran en categorías a los individuos, limitándolos a
reproducir prácticas que según el sistema solo le corresponde al sexo femenino
o masculino. Es decir, la configuración de la dicotomía femenino-masculino en
sus configuraciones practicas no da pautas para que un individuo masculino
pueda ejercer una acción que se le otorga al sexo femenino (por ejemplo, el
cocinar, lavar, planchar, tortear, etc.) ya que se le considera raro o se le
nombra con conceptos peyorativos.
Para profundizar en el contenido de la
masculinidad tuve como base algunos autores que nutrieron mi exploración con
sus investigaciones, claro está que no solo ellos trabajan sobre dicho
contenido, pero considero que son los que proporcionaron un buen aporte a esta
pequeña investigación. Entre ellos está Judith Butler (1956 -), filósofa post
estructuralista que realiza fuertes trabajos sobre estudios sobre la mujer,
feminismo, filosofía política, género y sexo, etc. Butler, comprende el género
como “… una forma de hacer, una necesidad incesante performada” (2006) . Es decir, tomamos
un rol, actuamos. Algo performativo se produce con una serie de efectos,
caminamos, nos vestimos etc. Y esta actuación la mayor parte de veces, al igual
que en un teatro, “se hace para otros” (2006) .
Asimismo, se tomaron algunos
planteamientos realizados por Merleau Ponty, filósofo y fenomenólogo
considerado como existencialista. Ponty, considera que es importante no
“reducir la existencia a la sexualidad, pero tampoco puede reducirse la
sexualidad a la existencia; es decir, entenderla como absorbida por la
existencia, todo en el hombre forma parte de una misma trama” (Fenomenología de la Percepción, 1993, pág. 183) . Es decir, el sexo
tiene fuerte implicaciones existenciales, no solo genital o erótica. Por lo
cual, luego de realizar las debidas lecturas y reflexiones esta investigación ha
sido orientada a realizar una interpretación o hermenéutica de esto que
llamamos masculinidad y sus implicaciones en la praxis de los individuos.
La reflexión en torno a la concepción
genérica de la masculinidad, es para muchas personas un tema incómodo para
dialogar o discutir, pero desde mi experiencia personal, es un tema que da
pautas para realizar un análisis profundo de los estereotipos que han normado
nuestros estilos de vidas y que no nos permite reconocer otras formas en las
que se puede dar la masculinidad.
Al inicio fue un poco difícil el decidir
realizar una investigación sobre este tema, ya que pertenezco a un sistema
religioso (católico), que en la mayoría de sus partes promueve la dicotomía de
masculino-femenino, sin dejar una brecha para el diálogo ante praxis que no
corresponde a este sistema heteronormado. Pero luego de reflexionar y analizar
me animé, con la conciencia de la necesidad que tiene este sistema religioso de
abrirse a un coloquio sobre estos temas, ya que urge una nueva visión que cree
medidas más inclusivas y solidarias con aquellas personas que no cumplen con lo
heteronormado. La experiencia fenomenológica de la epojé, es un proceso
complejo, no cabe duda que muchos prejuicios o estereotipos están bien
configurados en nuestras mentes que en ciertas ocasiones nos limitan para
realizar una correcta reducción fenomenológica. Especialmente en el tema de la
masculinidad, se establece un sin número de concepciones configuradas en
nuestra mentes y praxis que es complejo el hecho de realizar una epojé de
manera rápida. Este proceso fue uno de los más complicado dentro mi
experiencia. Luego el hecho de extraer
universales, que son parte del andamiaje de la investigación, también se volvió
un hecho complejo, ya que, la conformación del concepto de la masculinidad que
vive y se practica con una cantidad considerable de prejuicios o cliché que
oscurecen la búsqueda de universales.
La parte del diálogo con algunas personas
me permitió enriquecer mi investigación, sin duda alguna, el cuestionar o
dialogar entorno a estos contenidos en muchos las reacciones son extremadamente
homofóbicas, un fenómeno característico de esta configuración de la
masculinidad. Pero cada compartir nutrió mi investigación y la enriqueció con
las experiencias colectivas.
Discusión-síntesis
La descripción fenomenológica la realice
durante una mañana desde el despertar, el levantarme, el aseo personal,
desayunar y dirigirme hacia la Universidad Rafael Landívar. En la experiencia
se pusieron de manifiesto múltiples prácticas y formas de hablar, vestir,
caminar, características biológicas y praxis que corresponde a lo que
normalmente conocemos como masculinidad. Además, la experiencia estuvo marcada
por un sin número de signos que dirigen y orientan ciertas prácticas
heteronormadas como la imagen colocadas en los baños, que nos dicen donde
debemos entrar cuando necesitamos orinar. También, las prendas de ropa, los
colores, la colocación de ciertos artículos como el reloj (Mano izquierda para
el sujeto masculino), el corte de cabello y la genitalidad. En relación a ello,
se comprueba que lo que llamamos cuerpo, es la base donde se configura todo
este discurso de la masculinidad. Discurso, que se reproduce con prácticas
concretas y específicas.
Al hablar de género y su configuración,
algunas personas de manera automática reaccionan y expresan: ¿Para qué discutir
sobre eso?, si es “natural” o “normal, todos nacemos ya definidos como hombre o
mujeres. El argumento más utilizado es este el ya nacemos así, con lo
cual desde mi punto de vista se busca escapatoria para no dialogar sobre este
tema. Pero, a menudo en el lenguaje coloquial (desde mi contexto social y
cultural nicaragüense) escuchamos decir al sistema falocéntrico: Hay que llevar
al muchacho al prostíbulo para que se haga hombrecito, Tienes que
emborracharte para que te hagas hombre, si quieres hacerte
hombre debes coger a diestra y siniestra, Hay que tener sexo con esa chicha
para hacerla mujer. Considero que el mismo discurso ya presenta una
divergencia o contradicción implícita, de la cual mucho no somos conscientes.
Si muchos afirmamos el hecho del sexo y género como algo innato, algo que viene
con nosotros, porqué la necesidad de realizar ciertas prácticas para hacerse
hombre o mujer. Esta contradicción que encontramos en nuestro lenguaje
coloquial fundamenta la propuesta de Simone de Beauvoir “«No se nace mujer, se
llega a serlo. Ningún destino biológico define la figura que reviste en el seno
de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la sociedad el que elabora
ese producto intermedio entre el macho y el castrado que se califica de
femenino»” (El segundo sexo, 1998, pág. 23) , es decir esto que
llamamos mujer-hombre, femenino o masculino se da en una construcción social
establecida, configurada y reproducida por mucho de nosotros con prácticas
concretas.
Al interrogarnos sobre el tema de la
masculinidad, también surge el argumento de la sexo-genitalidad. Dentro del
discurso falocéntrico se manifiesta que el hecho de tener un pene y testículos
nos hace ser “masculinos”. Pero, ¿acaso un pene y testículos son elementos que
fundamentan esto de la masculinidad?, evidentemente esta característica biológica
no la podemos negar, pero tampoco podemos reducirlo a ello, ya que, ante esto
podemos preguntar ¿si por algún motivo (Accidente, enfermedad, etc.)
tendríamos que quitar las partes sexo-genitales del hombre este dejaría
de considerarse masculino? Muchos responderían que no, que, a pesar de la
ausencia de ello, su masculinidad seguiría y con ello se cae el discurso de que
la masculinidad es pene y testículo.
Relacionado con ello, Merleau Ponty
expresa: “ En el mismo Freud lo sexual no es lo genital, la vida sexual no es
un simple efecto de procesos, de los cuales los órganos genitales son la sede,
la libido no es un instinto, eso es, una actividad orientada naturalmente hacia
unos fines determinados, es el poder general que tiene el sujeto psico físico
de adherirse a unos medios contextuales diferentes, de fijarse mediante
experiencias diferentes, de adquirir unas estructuras de conductas” (Fenomenología de la Percepción, 1993, pág. 175) . Es decir, el sexo
tiene fuerte implicaciones existenciales, no solo genital o erótica.
Estas implicaciones existenciales y la sexualidad son una sola trama.
Según Ponty: “reducir la existencia a la sexualidad, pero tampoco puede
reducirse la sexualidad a la existencia; es decir, entenderla como absorbida
por la existencia, todo en el hombre forma parte de una misma trama” (1993, pág. 183) . Por lo cual, el
argumento de la sexo-genitalidad, pierde su valor como único fundamento de lo
que se considera masculinidad. La sexo-genitalidad es una característica
biológica que los individuos poseemos, pero el discurso del género no se reduce
a esto, sino que se configura con otros elementos o estereotipo y normas. Sus
raíces son más profundas, y son las que regulan que deben ser los
individuos.
En relación con el tema realicé pequeñas
preguntas a algunos de mis compañeros de la Congregación religiosa a la que
pertenezco y compañeros de clases que son parte del Profesorado de Enseñanza
Media en Filosofía en la Universidad Rafael Landívar. Algunas de dichas
interrogantes fueron: ¿Si a un hombre le vistiésemos con ropa de “mujer”
dejaría de ser hombre? Todos respondieron que no, ¿Si un hombre realizará la
limpieza en la casa, cocinara, lavara la ropa, etc., dejaría de ser masculino?,
otros muchos responden que no. Y al preguntar ¿entonces qué es lo que te hace
ser hombre-masculino? Muchos comenzaron a responder que su sexo-genitalidad, el
practicar de algún deporte, el vestir de cierta manera con ciertos colores, la
forma física-corporal, el corte de cabello, la manera de caminar, el tener
relaciones sexo genitales con mujeres, etc. Pero al comenzar a preguntar si
todas estas cosas desaparecerían o ya no las practicaran por ciertas o
múltiples razones ¿dejarían de ser masculinos?, la mayoría con tono alarmante
(con miedo, preocupación y a la defensiva) respondieron que no. Al
revisar las respuestas y el discurso socio-cultural en el cual estamos
inmiscuido, se puede vislumbrar que masculinidad para muchos está relacionada
con ciertas prácticas heteronormativas. Entonces, que se considera como
¿masculino?, Sin duda alguna para muchos la respuesta es obvia, pero ella es
mucho más compleja de lo que parece.
Cierto día, estaban un grupo familiar con
sus “niños” y “niñas” en una playa de edades entre 4 y 5 años, la mayoría de
los infantes estaban con poca ropa o sin nada, ya que estaban jugando y
bañándose. Uno de los niños se acercó donde su mamá y ella le preguntó
(preguntas que algunas mamas hacen, como medio de enseñarles a contar a sus
hijos) ¿Cuántos niños están jugando contigo?, a lo que el infante contestó: “no
sé porque no tienen ropa”. Desde nuestra infancia se nos configura con ciertos
tipos de comportamientos, estilo de vestir, formas de hablar, caminar, correr,
sentarse, etc. Se nos “enseña” a ser masculinos o femeninos, hombres o mujeres,
macho o hembras. A lo largo de la historia estos elementos se manifiestan de
múltiples maneras, y toda esta gran configuración tiene como bases esto que
llamamos cuerpo. Según Butler “…comprender el género como una categoría
histórica es aceptar que el género, entendido como una forma cultural de
configurar el cuerpo, está abierto a su continua reforma, y que la «anatomía» y
el «sexo» no existen sin un marco cultural” (Deshacer el género, 2006, pág. 23) .
Al ser conscientes de todo este sistema
heteronormativo que se ha configurado, desarrollado y reproducido durante mucho
tiempo, nos podemos percatar que el discurso de la masculinidad, se da como una
construcción social y cultural que le dice o configura a los individuos ciertos
pensamiento y prácticas. Pero en palabras de Butler al hablar de género, nos
referimos a una “preformación”, es decir, tomamos un rol, actuamos. Algo performativo
se produce con una serie de efectos, caminamos, nos vestimos etc. Y esta
actuación la mayor parte de veces, al igual que en un teatro, “se hace para
otros”.
Por lo tanto, al hablar de “masculinidad”
se puede decir que este discurso o construcción social se da de múltiples
maneras en ciertas prácticas, estereotipos o normas que son constituidas o
instauradas en nuestras mentes para ser reproducidas en prácticas concretas. La
“masculinidad” se manifiesta como un sistema performativo que es parte de la dicotomía
hombre-mujer, la heteronormatividad patriarcal. Esta preformación se da de
diversas maneras, esto depende del contexto o la época. “Los términos para
designar el género nunca se establecen de una vez por todas, sino que están
siempre en el proceso de estar siendo rehechos” (Butler, 2006, pág. 25) .
Al realizar mi descripción fenomenológica,
pude darme cuenta que mi propia praxis diaria está configurada con muchas
características heteronormativas, soy un sujeto que se ve y se siente masculino
por su forma de vestir (colores que utilizo), caminar, hablar y por mi
genitalidad. Pude darme cuenta que encerrado dentro de este marco de
estereotipos, no daba la posibilidad a concebir a otro sujeto como masculino
sino correspondía con los prejuicios que instaurados en mi mente.
Conclusiones
Al realizar una fenomenología del cuerpo,
como manifestación de su sentido en la dimensión del darse como si, del
contacto con y desde sí, en su sensibilidad y en su uso como referente de
configuración de género, podemos dar una inicial conclusión, (inicial porque no
es un producto acabado, sino una experiencia que busca abrir un camino hacia la
reflexión).
A partir de la experiencia de tocar y
mover podemos llegar a afirmar que existe un cuerpo, el cual se mueve y tiene
sensibilidad. Que hay un contacto entre los cuerpos. El cuerpo es un mundo que
está en contacto dentro de él. El hombre se oculta de los demás. El movimiento
del cuerpo es guiado por los objetos externos a este.
Aquí surge una reflexión y análisis que
nos lleva al discurso de la corporalidad, que a partir de la experiencia
realizada podemos decir que el cuerpo se constituye y se da como una red
dinámica de significaciones entrelazadas entre sí. El cuerpo mismo es una
transmisión de ideas sedimentadas por el orden-mundo epocal imperante. La
relación con los cuerpos es manifiesta por el lenguaje y se sedimenta por la
normalización que performa la carne. En este sentido, es por medio del lenguaje
como se comprenden, articulan y configuran las relaciones entre cuerpos. La
concepción cuerpo-lenguaje se da, como sí, desde la urdimbre simbólica[10] del mundo; mundo humano.
De esta forma, creado, configurado, normalizado. Por ende, no necesario sino
contingente.
Así las lógicas de racismo y violencia de
género que se articulan bajo el espectro de lo «normal» pierden su validez.
Porque la normalidad está ligada a prácticas morales asumidas como ciertas en
un contexto social concreto. Esto implica que se puede modificar, que no existe
solo un sentido de mundo sino muchos sentidos realizables. Por tanto, no hay
razón ni justificación para seguir reproduciendo este tipo de discursos
lacerantes y mutiladores.
El cuerpo se inscribe, delimita,
configura, normaliza y concibe en la moralidad vivida por una sociedad
concreta. Cabe resaltar que la concepción cuerpo-lenguaje se inscribe en la
cultura que la reproduce. Las normativas performativas poseen un carácter moral
que configura las subjetividades sociales. Es por ello, se comprende la
necesidad y la insistencia en el carácter de limpieza de los cuerpos. Es un
carácter moral, asumido y reproducido por una cultura que toma carácter
normativo y normal para la vivencia de las corporalidades individuales. Así, se
comprende el rechazo que se da a todos aquellos que no se acoplan al modelo
establecido.
La investigación fenomenológica de la
concepción cuerpo-lenguaje deja mucho al plano de reflexión filosófica. De
seguir ahondando en cómo se instauran estos modelos de comprensión del mundo en
las subjetividades de los individuos. De cómo, por el uso de la palabra; y cómo
estas inscritas en la materialidad del cuerpo, se reproducen, actualizan y
confirman. Y, cómo nosotros como investigadores, nos proponemos frente a este
tipo de reproducciones.
Por lo cual, si el cuerpo es donde se
normaliza la moralidad y se configuran las praxis perfomativas, nos encontramos
con el tema del género, especialmente con la masculinidad, ya que el discurso o
configuración de la masculinidad como performación o normativa social, sienta
sus bases en prácticas concretas que a lo largo de la historia se han y se
siguen configurando para corresponder a la heteronormatividad del sistema
patriarcal. Además, este sistema no permite que se pueda concebir otras maneras
de darse la masculinidad, simplemente si no corresponde a ello, es considerado
como anormal o raro.
También estas prácticas heteronormativas
tienen como base de configuración esto que llamamos corporalidad. El cuerpo es
el campo semiótico que se utiliza para moldear y establecer un patrón que
regula toda una gama de comportamientos o estereotipos que ordena y normaliza
lo que se considera como masculino. “Quien rompe con lo normado hay que
eliminarlo”. Esto es lo que el sistema en muchas de sus partes profesa
(político, religioso, social), pero es menester, no seguir con este discurso de
violencia. Urge un diálogo para crear medidas más solidarias con aquellos que
no corresponde a lo heteronormado. Una reflexión en torno a lo que consideramos
como masculino, tomando en cuenta que se reduce a ciertas formas de actuación y
prácticas que van más allá de lo sexo genital.
También este discurso del género
dicotómico, es parte de todo un sistema mayor y también dicotómico relacionado
con la raza, la etnia, clases sociales, etc. (Blanco-negro, rico-pobre,
indio-ser humano, masculino-femenino, entre otras). Este sistema en sus partes
más conservadoras no permite establecer unas relaciones interpersonales ni de
reconocimiento con aquellos que no corresponde a lo considerado normal, creando
así relaciones asimétricas, discriminatorias y homofóbicas.
Asimismo, al hablar de corporalidad se nos
presenta el hecho de la sensibilidad que en nuestra experiencia se no da como
un estímulo que recibimos al percibir otras cosas, y podemos observar que es un
hecho que muchas veces lo dejamos a un lado o muy poca es la atención que se le
presta. La percepción y sentir de cada individuo es diferente y surge una
pregunta ¿Cómo la conciencia se dirige hacia este tipo de cosas para sentir un
evento concreto y no sentir todos los eventos que circundan al cuerpo?
Fenomenológicamente el fenómeno de la sensibilidad del cuerpo se da como un
acto meramente del propio cuerpo en sí, sino que es un proceso, una
relación de intencionalidad entre las cosas que me dan de sí y mi
conciencia que le da de sí mis cosas para poder fijarse. La sensibilidad es
parte del cuerpo, fruto de la relación entre la intencionalidad y la cosa.
Con estas bases se confirma pues parte de
los objetivos primeros de la investigación, de cómo el cuerpo se da como
producto hermenéutico del ser humano y con él todas sus relaciones. Queda el
espacio abierto para la profundización del mismo y para seguir estableciendo
propuestas de argumentación que, desde la fenomenología, desvelen y articulen
otros de los muchos sentidos que el mundo da de sí. Con el fin de mostrar que
existen otras posibilidades de mundo dentro del «mundo».
Bibliografía
Beauvoir, S. d. (1998). El segundo sexo. Madrid:
Cátedra.
Butler, J. (2006). Deshacer
el género. Barcelona: Paidós.
Butler, J. (2007). El
género en disputa, El feminismo y la subversión de la identidad.
Barcelona: Paidós.
Cassirer, E. (1968). Antropología
filosófica, Introducción a una filosofía de la cultura . México: Fondo de
Cultura Económica.
Pineda, A. O. (2014). El
sentido del cuerpo y la fragilidad de la carne . Guatemala.
Pineda, A. O. (2016).
El Ruido del Cuerpo, La significación del cuerpo en el performance. Pensamiento
Crítico, Filosofía, Arte, Literatura, 95-105.
Ponty, M. M. (1993). Fenomenología
de la Percepción. Barcelona: Planeta- De Agostini.
[1] Es
menester acotar que este es el Tema central de la investigación. Pero, uno de
los aspectos sobre los cuales se investiga es precisamente su consideración y
referencia denominativa exclusiva como cuerpo. El Término, por tanto, se
utiliza como referente al realizar la investigación, pero dentro de la misma se
vuelve tema de investigación y se somete a análisis.
[2] El
uso de las comillas porque a pesar de tratar de eliminar fluidos el cuerpo
constantemente los produce.
[3]
Haciendo énfasis que en las prácticas culturales de nuestra sociedad, percibir
una cara aceitosa es carácter de suciedad y de repulsión.
[4]
Que también son cuerpos desde el plano físico, en esta ocasión se hace la
diferencia de los cuerpos humanos que es hacia donde se ha orientado la investigación.
[5]
Entendida como la vivencia del cuerpo = práctica de ritos.
[6]
Existen muchas salvedades; pero, para efectos del ensayo de establecer la
normalización de los «cuerpos» se concibe este ejemplo de manera simple.
[7]
Las cursivas son mías.
[8] No
porque en efecto así sea. Sino porque el discurso moral normativo así lo
presenta: como un orden dado e inamovible. Por ende, eterno, inmutable,
perenne.
[9]
Aunque por la sedimentación de los significados del mismo se establecen como
verdades inamovibles e infinitas. En otras palabras, como esencias.
[10]
Citando a Cassirer.
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