Reporte de un primer esfuerzo de aplicación del método fenomenológico
Jonathan Montes
Abel Hernández
Carlos Privado
Introducción
En
el presente reporte, se da a conocer el trabajo de investigación fenomenológica
realizada por tres estudiantes del profesorado de Educación Media en Filosofía.
Con este trabajo se pretende mostrar una aproximación de la aplicación del
método fenomenológico, siguiendo los criterios propuestos por Edmund Husserl.
En un primer momento, el trabajo de investigación se comenzó a desarrollar de
manera individual. Más, sin embargo, y a partir de la puesta en común, dentro
del salón de clase, de los avances realizados en el primer momento de la
investigación, fuimos percibiendo que nuestros trabajos de investigación
guardaban una relación de acuerdo a la temática que se estaba trabajando. Por
esta razón, después de dialogar y
compartir nuestros avances, decidimos unirnos para realizar un trabajo en
conjunto. Esto responde a la práctica fenomenológica, la cual, propone que las investigaciones sean puestas en común, con el objetivo de discernir
y llevar a cabo la epojé a niveles más profundos de significación.
Los trabajos que se presentan a
continuación son: Descripción
fenomenológica sobre la experiencia espiritual subjetiva como un modo de ser.
Descripción fenomenológica de la angustia ante la muerte como de-velamiento de
la construcción arbitraria y artificial del valor fundamentado en el deber ser.
Descripción fenomenológica de la angustia ante la muerte como hallazgo de la
fundamentación de los valores.
Estos trabajos, son sencillamente un
primer intento de aplicación del método fenomenológico. Por lo tanto, quedan
abiertos a la discusión y corrección de la comunidad de investigadores
fenomenológicos o de aquellas personas que consideren que lo acá presentado
amerita una corrección pertinente.
Jonathan Montes
Descripción
fenomenológica sobre la experiencia
espiritual subjetiva como un modo de ser
Introducción
Al
hacer una mirada histórica de algunos hechos religiosos, notaremos que la
fundamentación de su sentido está arraigada a una explicación mítica de los
hechos sobrenaturales. Desde la cultura primitiva, la religión ha sido uno de los caminos
epistémicos para dar una significación a todo lo que sucede de extraordinario
en lo cotidiano de la vida. En este sentido, la vida religiosa no se puede
comprender, sino es en base a esta epistemología divina.
Desde
de la comprensión cristiana católica, el hecho religioso implica una
espiritualidad como ese modo de ser o de vivir frente a los demás. Esta fundamentación testimonial del sujeto, es lo que caracteriza a un buen
cristiano orientado por ciertos parámetros constitucionales. Como lo he
mencionado en otra ocasión, el hecho espiritual
tiene un sentido, un horizonte,
un porqué de estar arrojado a la experiencia cotidiana de la vida. Independientemente, de las creencias
subjetivas que tengan los sujetos, siempre hay una creencia de algo que está
más allá de nuestras condiciones humanas. Ahora bien, con este documento no pretendo dar ideas metafísicas de la
espiritualidad como tal, sino, buscar evidencias sensibles de todo este fenómeno
espiritual.
Es
decir, con este documento no pretendo expresar si esta experiencia espiritual
es maravillosa, absoluta, plena o si
esta tiene necesariamente un carácter trascendental y necesario para el
ser humano. Lo que a mí me interesa es ver ¿Cómo se da esta experiencia
espiritual en la vida de las personas de forma subjetiva? Es decir: ¿Cómo se
experimenta o se vive esta divinidad en lo sensible de la vida, a través de
hechos, palabras, discursos, sensaciones etc.? A mí no me interesa saber si
esta espiritualidad conlleva a un elevarse
sobre los cielos como algunos santos lo han hecho. En este trabajo
fenomenológico no me interesa abordar las experiencias místicas obtenidas por
otras personas. Vuelvo a insistir, mi trabajo es buscar experiencias sensibles
sobre la manifestación de una divinidad en los sujetos y como la viven. Claro
está, que no quiero caer en un materialismo o en un positivismo, ni tampoco,
quiero ver si hay verdades absolutas dentro de esta experiencia.
Para ello, he tomado como sujetos de
investigación a mis compañeros del seminario y a los reverendos padres que nos
acompañan en este proceso. Además, la base teórica que utilicé para esta
investigación fenomenológica, está tomada desde la perspectiva del filósofo
italiano Gianni Vattimo, el cual, a través de su libro: “Creer que se cree” ha desarrollado una visión espiritual desde
un retornar a su esencialidad como tal, desde un proceso liberador de toda
condición mítica o trascendente que distorsione la espiritualidad
cristiana.
Justificación
Al
hablar sobre la justificación fenomenológica de todo este trabajo realizado, he
tomado como referencia dos experiencias subjetivas y una argumentación teórica
del filósofo Vattimo. Un día sábado me fui a la parroquia llamada: Señor de las
misericordias, entré y me senté en la última banca de lado derecho y comencé a
observar todo lo que pasaba a mí alrededor. En este lapso de una hora, vi
entrar y salir gente de diferentes edades, cada uno llegaba y se arrodillaba
frente al altar, algunos llevaban velas y otros no. Lo impactante de esta
experiencia radica en que, muchas de estas personas eran mayores adultas. En un
momento determinado, me acerqué a una persona conocida que se dirigía hacia el
altar, y le pregunté ¿Cómo está? La
señora con una voz bástate baja y quebrajosa me dijo que: “estaba muy bien, solo que había unos problemas familiares y económicos
a los cuales no les hallaba solución”.
Lo que me llamó la atención de toda esta experiencia fue que, al buen
rato, la señora regresaba de estar
frente al altar y le pregunté: ¿Cómo se siente? Ella, con una voz clara,
tranquila, con el cuerpo suelto y con un respiro me respondió: “me siento en paz, tranquila y con una
respuesta a mi vida”
Me
impresionó de forma profunda su respuesta, porque al hablar al inicio con ella,
fue bastante doloroso ya que su experiencia familiar era bastante dura. Pero,
al escuchar su respuesta después de esa experiencia espiritual, me dejó en una
incertidumbre, porque había un cambio total en su forma de sentir y pensar. En
este sentido, me interesé por saber las
significaciones que este fenómeno espiritual tiene para los sujetos que lo
experimentan. Lo cual, cambia el sentir y pensar de los sujetos. Lo que sí
estoy seguro y doy testimonio es que en los dos momentos de hablar con la
señora, el último fue más impactante. Porque su situación era muy compleja, y
escuchar su respuesta después de tener
esa experiencia espiritual, me dejó la siguiente interrogante y ¿aquí que pasó?
La
segunda experiencia personal, ya la he manifestado en mis trabajos anteriores,
pero quiero volver a retomarla porque ha tocado fondo en mi experiencia
espiritual y porque ha sido muy significativa en este proceso. Desde que inicié mi proceso de formación, se
nos ha manifestado la necesidad absoluta de poder tener una experiencia de
oración, ya que eso hará obtener buenos frutos en nuestro trabajo pastoral. El
padre formador y mi director espiritual, me han insistido en que el elemento
fundamental de la vida consagrada es la oración. En palabras de mi padre
fundador diríamos “La oración es fuente
de vida para el misionero”. A pesar de todas las significaciones que se
puedan obtener de esta experiencia, hay
momentos en que la oración se vuelve una rutina de vida: aburrida, sin sabor,
sin placer de vivirla, etc. A veces
pienso que este espacio espiritual se vuelve como una fuente estancada, donde el
agua no camina y se ensucia.
Además,
a veces pareciera que estoy sumergido en una figura de Dios fetiche, donde
tengo que hacer cosas para agradar y así
recibir sus gracias. Muchas veces me canso de orar y de pedir que me dé la
gracia de seguir adelante. Pero, esta complejidad no suele sucederme solo en la oración de
la mañana, sino que también, en la tarde
y en la noche. Como dijo un personaje de la película: “el Gran silencio” “parece que le estoy orando al silencio”.
También, este problema me suele suceder en las Eucaristías, donde muchas
veces mi cuerpo está ahí pero pareciera
que mi alma anda navegando por el planeta 12BH-24. Y lo que más me molesta de
todo esto, es que dentro de este sistema obligadamente hay que participar de
todos estas experiencias espirituales, y lo más complejo radica en que, te quieren encajar dentro de una experiencia espiritual
muy uniforme. Pero, sino cumples con lo que esta normalizado por la comunidad, es
probable que te retiren del proceso formativo.
Vattimo
manifiesta:
Las
ocasiones históricas que reclaman el planteamiento del problema de la fe tiene
también, sin embargo, un rasgo en común con la fisiología de envejecimiento: en
uno y otro caso el problema de Dios se plantea en conexión con el
encuentro de un límite, con el darse de
una derrota: creíamos poder realizar la justicia en la tierra, vemos que no es posible, y
recurrimos a la esperanza en Dios. Nos
amenaza la muerte como acontecimiento ineludible y huimos de la desesperación
dirigiéndonos a Dios y a su promesa de acogernos en su reino eterno. ¿Se
descubrirá, pues, a Dios sólo allí donde
se choca con algo radicalmente desagradable? (1996, pág.16).
De
igual forma, considero que las evidencias de la espiritualidad están
profundamente enraizadas dentro de nuestras experiencias sensibles, ya que
estas se manifiestas a través del encuentro con el otro ser humano.
A
partir de lo antes mencionado, me surgieron algunas preguntas que me han
motivado a realizar esta investigación son: ¿Cómo se da esta experiencia
espiritual en la vida del ser humano de forma subjetiva? ¿Cómo se experimenta o
se vive esta divinidad en lo sensible de la vida? ¿Cuáles son los
parámetros funcionales que se debe
seguir para llevar a cabo una experiencia espiritual? ¿Qué implicaciones
conlleva tener una experiencia subjetiva?
Síntesis
Después
de haber experimentado tres experiencias espirituales, he logrado obtener
algunas evidencias esenciales de todo este fenómeno espiritual. Para llevar a
cabo todo este proceso investigativo, he utilizado los parámetros fundamentales
propuestos por la fenomenología. Uno de los parámetros funcionales del quehacer
fenomenológico es: la epojé. La cual,
pretende poner en paréntesis todos los conocimientos previos que se
tienen de los fenómenos arrojados a la experiencia del ser, para llegar a las
cosas mismas. De alguna manera, esto va constituyendo todo el quehacer
fenomenológico. Según Reeder la fenomenología “es un movimiento filosófico
basado en una metodología autocritica para examinar reflexivamente y describir
la evidencia vivida (los fenómenos, la vivencia) que proporciona un enlace
entre nuestra compresión filosófica y científica del mundo” (2011. pág. 21). Asimismo,
he tomado algunas sugerencias
establecidas por los compañeros al presentar todo este proceso investigativo y
las significaciones de esta espiritualidad. De la misma manera, me he auxiliado del pensamiento filosófico de
Vattimo y de su propuesta del retornar a la fe.
Partiendo
de estos supuestos, quiero manifestar los residuos obtenidos a través de este
proceso investigativo: la espiritualidad como un modo de ser en los sujetos, la
experiencia subjetiva de la espiritualidad, la espiritualidad como una
configuración tradicional de sentidos y
la necesidad de ciertos criterios particulares para experimentar una vivencia espiritual.
Discusión
La
espiritualidad, se ha manifestado al ser humano como una forma de vivir que
implica un reencuentro con los entes asociados a la experiencia cotidiana. Es
decir, la espiritualidad me mueve a tener ciertos valores morales, que hacen de
mi relación simétrica una constitución de seres fundamentados en un bien moral.
Vattimo utilizando como referente a Kant
manifiesta que el hecho “de la inmortalidad del alma y de la existencia de Dios, se justifica
en el cumplimiento del bien, que se ancla en una ley moral” (Vattimo, 1996,
pág. 15) Es decir, no podemos hablar de una espiritualidad como forma de vivir,
si mi vida espiritual no tiene una coherencia con la forma de ser de los otros
sujetos individuales que comparten los mismos criterios para experimentar una
vivencia espiritual.
En
una de las conversaciones de pasillo, le comenté a un compañero de comunidad mi
interés por la develación de la espiritualidad, cito textualmente lo que él me comentó:
La
espiritualidad se da al sujeto como una forma de vivir que implica ciertos valores morales y éticos, los cuales
ayudan a formar una equivalencia de sujetos. Espiritualidad, no precisamente
significa llevar mi alma a una condición
trascendente, la espiritualidad está amarrada a este ser finito que busca
sentidos de ser.
En
este sentido, cada sujeto vive la espiritualidad independientemente de las
otras experiencias y la vive de acuerdo al nivel de significaciones.
Esta
espiritualidad cimentada sobre una valoración
moral y propiamente subjetiva, está vinculada a ciertos procesos de
configuración tradicional. Es decir,
cada uno de nosotros estamos protegido por una coraza moral que ha sido
constituida por una colectividad determinada. Así pues, la espiritualidad es una configuración de sentidos
fundamentados en un deber ser, ya que es una forma de ser frente a los otros
sujetos.
Al
hablar con un compañero de comunidad sobre esta configuración espiritual
comentó:
Mi
experiencia espiritual tiene una fundamentación familiar, cultural y comunitaria.
Porque desde pequeño se me enseño a tener una conducta cristiana basada en: el
amor, la verdad, la justicia, etc. porque el sentido catequético de Jesús tiene
este carácter de ser en virtud para los otros. Y como el apóstol Santiago dice:
“muéstrame tus obras y te diré la fe que tienes” desde ahí considero que va
implícito una forma de vivir para los otros.
Vattimo
manifiesta: “ninguno de nosotros, en nuestra cultura occidental- quizás en
todas las culturas- comienza de cero en el caso de la cuestión de la fe
religiosa” (1996, pág. 10-11) Desde que
iniciamos a tomar consciencia sobre una forma de ser, es cuando retomamos el
sentido u horizonte de mi ser arrojado a la vida.
De
acuerdo con Vattimo, todo está configuración del deber ser dentro de una
colectividad, no es el problema que nos debe de preocupar. El problema que nos
mueve a cuestionar es la forma en cómo se trasmite toda esta construcción
moralizada. Muchas veces, esta construcción del deber ser está ordenada a
través de un discurso religioso que moldea la formas subjetivas de todo este
devenir moral. El mensaje cristiano ha sido uno de los sistemas religiosos que
ha retomado esta experiencia espiritual subjetiva. El autor dice:
Creo que se debe hablar de
herencia cristiana en un sentido muchos más amplio y que atañe a nuestra
cultura en general, la cual ha llegado a ser lo que es, también y sobre todo,
porque ha sido íntimamente “trabajada y forjada por el mensaje cristiano o, más
en general por la revelación bíblica. (Vattimo, 1996. Pág. 29)
Como he mencionado anteriormente, el problema
no es la configuración sino, el cómo se da esta configuración a los sujetos.
Así pues, esta condición se da a través de la normatividad que se ajusta a los
distintos imperativos del ser humano. Como dice Vattimo, el problema es que
muchas veces toda esta condición configurativa se trata dogmatizar o mitificar.
Con lo cual, se oscurece el verdadero
sentido de todo este develamiento espiritual en el individuo. Pero, está
espiritualidad no parte de un hecho espontáneo del ser como tal. Con esto, refutaríamos la
concepción religiosa presentada por Víctor
Frankl al decir que: “La verdadera religiosidad, puesto que es existencial, ha
de llegar también a un punto en que brote espontáneamente” (1997, Pág. 79). La
evidencia de esta experiencia es que se da como una vivencia previamente
configurada. Pero ¿Por qué seguir esta configuración?
El hecho fundamental radica en que, cuando el ser humano toma consciencia de su finitud o de su temporalidad como tal,
es cuando busca las maneras de que su experiencia de vida pueda llegar a una
cimentación de sentidos. Esta vida espiritual como un modo de ser frente al
otro, solo se convierte en un significado cuando adquiere un sentido pleno para
mi vida propia, porque es a mí a quien se presenta el fenómeno espiritual.
Entonces el sentido espiritual solo forma parte de mi experiencia subjetiva en
la medida en que se cumple con los deseos morales configurados por otros, como
un medio de reproducción y como una realización espiritual del deber ser.
Conclusión
Por
lo tanto, está investigación fenomenológica a través de sus parámetros
funcionales, me ha permitido descubrir ciertas
significaciones conceptuales totalmente diferentes a la tradición
epistémica antes construida acerca de la
espiritualidad. Casi siempre, hemos obtenido una conceptualización epistémica
de la espiritualidad como un hecho trascendental. Al hacer la investigación,
algunos compañeros se fueron por la línea trascendental o metafísica. Desde mi
subjetividad, el horizonte que pretendía trazar en esta investigación, era el encontrar evidencias sensibles de toda la
espiritualidad y no una argumentación meramente metafísica. Sin embargo, esta investigación no pretende
dar una verdad absoluta sobre las evidencias sensibles de la espiritualidad.
Sino, brindar algunas ideas generales de todo este fenómeno configurativo
tradicional.
Partiendo
de ello, podemos decir que la espiritualidad se da como un modo de ser en los
sujetos, que los impulsa a tener una concordancia de vida en base a una
constitución tradicionalista y moral. Ahora bien, toda esta tradición moral está
ligada a la voluntad de los sujetos, ya que, cada uno de los sujetos
experimenta esta condición moral desde las significaciones subjetivas. Desde
este punto de vista, veo la necesidad de volver a “retornar” al hecho
espiritual, ya que, con ello podremos llegar a comprender el modo de darse de este fenómeno de espiritualidad
subjetiva. Vattimo, propone este retorno desde una purificación filosófica. Cada
una de estas visiones, nos pueden ayudar
a tener una compresión sobre la significación o el sentido de la espiritualidad
en la vida cotidiana.
Referencias:
Reeder.
H. (2011) La praxis fenomenológica de Husserl 1ª.Ed. Bogotá, Colombia. Edi. San Pablo.
Vattimo.
G. (1996) Creer que se cree Ed. Paidós
Ibérica, Barcelona, España.
Frankl,
V. (1977). La presencia ignorada de Dios.
Psicoterapia y religión. Barcelona: Ed. Herder
Abel
Enrique Hernández García
Acérquense al
borde, les dijo. No podemos, tenemos miedo, contestaron. Acérquense al borde,
repitió. Y se acercaron. El los empujo… Y levantaron vuelo.
Guillaume
Apollinaire
Introducción
Martin Heidegger (1889-1976) en su libro Prolegómenos para una historia del concepto
de tiempo en el capítulo II parágrafo 8, refiriéndose al quehacer
fenomenológico responde diciendo que la investigación fenomenológica “no
encierra ningún resultado, ninguna tesis, ningún dogma extraído del contenido
del conocimiento de la investigación […]” (Heidegger, 2006, pág.103). Por
consiguiente, esta investigación fenomenológica no es más que un describir la
experiencia de la angustia ante la muerte. Angustia experimentada por aquellas
personas que han estado ante el umbral de la muerte así como la experiencia de
aquellas que han presenciado el momento
exacto en que otro individuo ha muerto. Por consiguiente, no se buscan
resultados finales o acabados, sino sencillamente, intentar describir el
subsuelo o la configuración de los valores que comúnmente han sido aceptados y
que se manifiestan en la experiencia de la angustia al estar al borde de la
muerte.
Título:
Descripción
fenomenológica de la angustia ante la muerte como de-velamiento de la
construcción arbitraria y artificial del valor fundamentado en el deber ser.
Tema:
El umbral de la muerte
como una experiencia de angustia que desnuda la fundamentación de los valores
de la persona.
Pregunta: ¿Cómo se vive la experiencia de estar al
borde de la muerte y cómo esta experiencia devela el concepto artificial y
arbitrario del valor fundado sobre el deber ser?
Se vive como una experiencia que remite a
uno mismo, a un cuestionamiento de la propia existencia, y al por qué y para
qué de nuestra vida. Es un preguntarse por el sentido mismo de la vida y cómo
se ha configurado este sentido.
Justificación
El filósofo alemán Martin Heidegger (1998), en su
obra Ser y Tiempo, concibe y describe al ser como un “ser arrojado allí”. Lo cual
significa que no tenemos más que nuestra propia existencia. Una existencia que
no hemos pedido sino a la cual hemos sido lanzados. Existencia que puede ser
una “existencia auténtica” o una “existencia inauténtica”. La diferencia radica
en la actitud que toma el dasein ante
su propia existencia. Vivir en la superficialidad de las cosas o enfrentarse a
través de la reflexión o por experiencia propia con el acontecimiento
inevitable de la muerte. Asimismo, Heidegger sostiene que es la toma de
conciencia de nuestro ser para la muerte
lo que otorga mayor peso ontológico al ser humano.
Hablar o especular sobre
la muerte se considera, en la actualidad, una actividad o una reflexión sin
sentido. Esto porque el ser humano pareciera que está obnubilado por el consumismo,
por el afán de éxito, prestigio, reconocimiento, aceptación, etc. Y que,
además, es constantemente conducido, a través de los distintos sistemas tecnológicos, ideológicos, políticos, económicos,
científicos e incluso religiosos mal utilizados a estados de alienación, de
insensibilidad, de adormecimiento de la conciencia propia y social. De igual
forma, a estados mentales, físicos y espirituales llevados al extremo donde la
dignidad humana es desacreditada. Por ejemplo, el trato impersonal que reciben,
en la mayoría de casos, los moribundos. Elisabeth Kubler-Ross, en su libro Sobre la muerte y los moribundos, en el
capítulo I Sobre el miedo a la muerte
sostiene “la muerte es todavía un acontecimiento terrible y aterrador, y el
miedo a la muerte es un miedo universal aunque creamos que lo hemos dominado en
muchos niveles. Lo que ha cambiado es nuestra manera de hacer frente a la
muerte, al hecho de morir […]”. (1993, p. 18). Además dice que
Cuanto más avances hacemos en la
ciencia, más parecemos temer y negar realidad de la muerte. ¿Cómo es posible?
Utilizamos eufemismos, hacemos que el muerto tenga aspecto dormido, alejamos a
los niños para protegerlos de la inquietud y la agitación de la casa, si el
paciente tiene la suerte de morir en ella; no permitimos a los niños que vayan
a ver a sus padres moribundos en los hospitales […]. (1993, p. 19).
La insensibilidad social parece reinar en nuestra
época, el otro no nos interesa. El desinterés por el otro evidencia que como
seres humanos hemos perdido el contacto con nosotros mismos. Por lo tanto, enfrentarse a la muerte,
según los relatos de las personas que han estado en esas situaciones e incluso
en aquellos que han sido testigos oculares del fallecimiento de otra persona o
acompañado a los moribundos, produce angustia.
Entendiendo la angustia
como un estado de ánimo ante algo indeterminado que escapa ante nuestra
comprensión y aprehensión. En palabras de Heidegger “[…] la indeterminación de
eso ante lo que y eso por lo que nos angustiamos no es una carencia de determinación,
sino la imposibilidad esencial de una determinabilidad” (2003, p. 30). Es no
saber qué es lo que pasa.
Por esta razón, es que durante
el proceso de reflexión para llevar acabo mi investigación fenomenológica,
personalmente elegí este trabajo de investigación sobre la angustia que se
experimenta cuando se está a las puertas de la muerte. Además, porque desde
hace unos años me ha acompañado la pregunta sobre el porqué de determinadas
conductas, por qué unas son consideradas buenas o malas y quién decide o juzga
sobre ellas. Asimismo, me he preguntado si las categorías de bien y mal no
serán construcciones artificiales y arbitrarias o si existe un fundamento
externo que sostenga los valores. Es decir, dónde radica la fundamentación de
los valores, si es que existe tal fundamentación. De igual modo, me ha
intrigado la afirmación heideggeriana de que el dasein es un ser auténtico y que obtiene mayor peso ontológico
cuando reflexiona sobre su ser para la muerte, pero que es inauténtico y con
menor peso ontológico si no lo hace; esta ha sido la cavilación de mis
pensamientos. Es decir, cómo se da el peso ontológico a través de la
experiencia de la angustia ante la muerte. De tal forma que, el ente en su
desnudes, es remitido al mundo de la vida y donde su sistema de valores son
puestos a prueba.
Síntesis
Esta investigación fenomenológica en
principio inició con el propósito de reflexionar acerca de la angustia ante la
trascendencia. Después la reflexión giró en torno a la angustia ante la muerte
y, por último, la investigación fenomenológica se encarriló en la reflexión
acerca de la angustia como de-velamiento de la construcción arbitraria y
artificial del valor fundamentado sobre el deber ser.
El proceso de compartir mi
trabajo de investigación con otras personas, dialogar, debatir, leer relatos
sobre las experiencias cercanas a la muerte y el mismo trabajo de la epojé fenomenológica
me permitió, hasta este momento en el que se plasma por escrito estos
resultados, encontrar aquello que angustia al ser humano cuando está frente a
las puertas de la muerte. Cabe aclarar que existen casos en que algunas
personas, son la excepción, han llegado y vivido estos momentos sin
perturbación alguna y que en este texto no son tratados.
En las descripciones y
específicamente en la descripción del Dr. René Santizo Fión, pude encontrar
ciertos elementos que me han permitido encontrar ciertas evidencias
provisionales como por ejemplo: La muerte del otro como anticipación de mi
propia muerte. La desnudes de toda aquella construcción artificial y arbitraria
del valor fundada sobre el deber ser. La vulnerabilidad del ser humano en el
umbral de la muerte. Y, la angustia como expresión de esa desnudes y esa
vulnerabilidad.
Por lo tanto, lo que se
presenta en este reporte, como parte del método, es una discusión provisional
del ejercicio fenomenológico. Evidentemente, el método fenomenológico requiere
de un constante volver sobre el ejercicio mismo y buscar nuevos caminos de
discusión. En otras palabras es ser autocríticos constantemente.
Por consiguiente, expreso
que este reporte no procura ser una definición y ni mucho menos una explicación
exhaustiva de la angustia ni tampoco un estudio profundo y acabado de la
fundamentación de los valores sobre el deber ser. Sino más bien, un intento de
aproximación descriptiva a las experiencias de las personas, como ha sido el
caso del Dr. René Santizo Fión que ha estado en el umbral de la muerte y que
han tenido una segunda oportunidad para regalarnos los sentimientos más
profundos que afloran en esos momentos.
En consecuencia, este
tema y su contenido quedan abiertos a la discusión y corrección comunitaria de
lo aquí expuesto. Asimismo, el autor es el único responsable de todos los
errores y malas interpretaciones que se hayan realizado en torno a las
descripciones de la angustia ante la muerte, en el presente texto.
Discusión
Ahora me dispongo a
narrar la experiencia del Dr. René Santizo Fión (1962 - ), la cual puede
iluminar lo que se ha dicho anteriormente.
Dr. Santizo Fión, tuvo un
accidente aéreo el 20 de enero de 1994 el cual lo situó al borde de la muerte.
10 años después sufrió dos infartos que lo condujeron a la misma situación. A
partir de estas experiencias escribió el siguiente libro desde el umbral de la muerte. Convergencia entre la fe y la razón.
En este libro narra su
vivencia cercana a la muerte y de cómo las experimentó. Afirma,
Todo en un instante, un
instante en toda la eternidad. La vida y la muerte en el filo de una colisión.
[…] Una angustia[1]
enorme me invadió. […] a la fecha, no encuentro las palabras necesarias para
describir las sensaciones de esos estados transitorios entre la vida y la
muerte. Creo que nuestro vocabulario tiene muchas limitaciones para describir
esas percepciones tan extrañas. […] No sentí nada, es como caer en un vacío absoluto, un silencio total me acompañó.
Una obscuridad densa, no sé cuánto tiempo pasó. (Santizo Fión, 2015, pp. 25,
31, 33 y 61).
Estas son algunas de las
percepciones que Dr. Santizo-Fión nos proporciona y que de alguna manera nos
permiten vislumbrar, a través del velo de la inexperiencia de una situación
como estas, de cómo se vive una experiencia cercana a la muerte.
También, Dr. Santizo-Fión
nos comparte cuales fueron sus sentimientos o sus pensamientos al estar cara a
cara con el inminente momento, donde la más certera de todas las probabilidades
es la muerte. Dice,
Pensaba que moriría allí,
en medio de la nada, en un accidente imprudente de aviación. Sentía una
frustración horrible, pensaba en los estudios y los años de entrenamiento en
cirugía, en otorrinolaringología y en medicina, todo ello no me sería útil en
esos momentos […] una angustia enorme me invadió, apenas logré decirle a mi
hijo “no me voy a morir”. Pensé dentro de mí que no sabía si le estaba
mintiendo, pero era mi obligación moral.” (2015, p. 31).
La muerte nos sitúa y nos
revela, como diría Heidegger, nuestro peso ontológico. Y ¿qué es ese peso
ontológico? El mayor peso ontológico del dasein
es que es, que existe, que es contingente y que, por lo tanto, en un momento u
otro puede dejar de ser. Que todo aquello a lo cual el ente se haya aferrado o
todo aquello que haya construido no es más que un construcción artificial y
arbitraria que en ese momento carecen de valor. Es decir que la fundamentación
del valor sobre el deber ser o sobre la moral, en ese momento, se derrumban.
Lo que aflora es el valor
en relación al amor propio. El amor hacia uno mismo es lo que en ese momento lo
mantiene en ese estado de ir y venir. Es un debatirse entre lo que se ha
realizado (pasado), lo que en ese momento se es (presente) y la incertidumbre
de lo que será (futuro). Es una percepción de que se es y éste ser de manera
desnuda y percibida sin un subsuelo firme. Puesto que la angustia ante la
inminente posibilidad de no ser, desnuda completamente todo aquello que hasta
ese momento se creía como lo más firme y sólido. La evidencia de esta desnudes
es la soledad del ente en ese momento. Es el ente con su propia existencia
debatiéndose entre el pasado, presente y futuro. Entendiendo este tiempo no
como una sucesión cronológica, sino el tiempo como un mismo acontecer en el
presente donde confluyen el pasado y donde se determina el futuro. El tiempo
como la condición de ser del ente. Es lo
que el Dr. Santizo Fión describe como todo en un instante, un instante en toda la
eternidad.
Estar al umbral de la
muerte o reflexionar sobre ella permite al ser humano tomar conciencia de que
existe, de que es en este mundo. De que su existencia es lo único que tiene. Que
todo lo que se pueda construir en torno a la existencia propia sobre la base
del deber ser no es más que un construcción arbitraria y artificial, en este
caso del valor o los valores que tan a menudo nos enseñan. Porque, en ese
momento ante la eminente posibilidad de pasar a un no ser, el ser humano toma conciencia de que, en este
mundo de la vida, lo único a lo cual puede aferrarse es a sí mismo. Que en el
umbral de la muerte está solo y esa soledad que representa la desnudes de su
propio yo lo remite una y otra vez a su condición de ser. Y, este ser como un
ser finito y contingente en el espacio - tiempo.
Entonces, es el tiempo, y
este entendido no como el tiempo cronológico secuencial sino como el tiempo en
un eterno presente, es el que mueve al individuo a una intuición intencional de
sí mismo en el mundo y en relación con los otros.
Sin embargo, no es de
extrañarse que vivamos nuestra vida obviando esta realidad. Pareciera que de
diversas maneras la negamos e intentamos hacerla más llevadera configurando y/o
adoptando ciertas maneras de vivir, como el deseo de aprobación, de
reconocimiento, de prestigio, de honor, de valoración emocional, etc. o
auto-infligiéndonos un silencio interior que lo único que hace es desembocar en
una desesperación espantosa. Heidegger sostiene que, “[…] sumidos en medio de
la extrañeza de la angustia tratemos a menudo de romper esa calma vacía
mediante una charla insustancial no hace sino demostrar la presencia de la nada
[de la muerte]” (2003, p. 31).
Y, Soren Kierkegaard (1813 - 1855), en el
capítulo V de su libro El concepto de la
angustia, afirma que “[…] ésa es una aventura que todos los hombres tienen
que correr, es decir, que todos han de aprender a angustiarse. […] El hombre no
podría angustiarse si fuese una bestia o un ángel. Pero es una síntesis, y por
eso puede angustiarse. Es más, tanto más perfecto será el hombre cuanto mayor
sea la profundidad de su angustia”. (2015, p. 299).
A modo de conclusión
provisional, puedo decir que esta experiencia de
investigación fenomenológica me ha permitido no solo poner en práctica el
método fenomenológico y hacer un camino experiencial de reflexión sobre la
angustia ante el umbral de la muerte. Sino, además, me ha permitido cuestionar
la fundamentación de los valores sobre el deber ser a través de un primer
esbozo y de un distorsionar la configuración de los valores hasta ahora
comúnmente aceptados. Pero, esta actividad no es un simple ejercicio de
cuestionar por cuestionar sino un cuestionar para tratar de ampliar mi propio
horizonte de configuración de sentido.
De
tal manera que, como consecuencia de este proceso he podido vislumbrar o
asomarme y expresar tímidamente que la fundamentación de los valores no reside
en la práctica del deber ser como expuso Kant sino en el querer ser. Este
querer ser, tal y como lo expresa Dr. Santizo Fión, se da en el umbral de la
muerte, como una nueva comprensión de sí mismo o lo que en términos
heideggerianos seria como el peso ontológico que obtiene el dasein. Este peso ontológico que no
remite a nadie más, ni a todo aquello que se construyó, ni mucho menos a todo
el adorno superficial de prestigio, de éxito, de valoración emocional,
aceptación, de reconocimiento, etc. Sino a un querer ser porque se es. Y, esta
conciencia de que se es o de que se existe desbaratan toda la construcción
artificial y arbitraria del valor
fundamentando sobre el deber ser.
Como
veta de profundización para un trabajo posterior considero que sería la
reflexión sobre una ética ya no sobre el imperativo categórico kantiano del
deber ser sino una ética que hunda sus raíces en la valoración de sí mismo del
individuo, y este en relación con los otros. Puesto que nuestras relaciones intersubjetivas
están sustentadas sobre una superficie artificial y arbitraria del hacer y no
del ser.
Referencias:
Heidegger, M. (2014). ¿Qué es metafísica? Madrid: Ed. Alianza.
Kierkegaard, S. (2015). El concepto de la angustia. Madrid: Ed.
Alianza.
Santizo
Fión, R. (2015). Desde el umbral de la
muerte. Convergencia entre la fe y la razón. Guatemala: Ed. Armar.
Kubler-Ross,
E. (1993). Sobre la muerte y los
moribundos. (Trad. Daurella, N.). Barcelona: Ed. Grigalbo.
Carlos
Privado
Descripción
fenomenológica de la angustia ante la muerte como hallazgo de la fundamentación
de los valores
Introducción
En
el presente reporte abordamos el tema sobre el miedo a la muerte basados en las
experiencias fenomenológicas que en los dos talleres hemos realizado. Los
aportes los recogemos de algunas lecturas de Sören
Kierkegaard sobre la angustia y la muerte. Nos interesa saber, cómo una
experiencia de una segunda oportunidad ante la muerte confiere un nuevo sentido
a la existencia de quien experimenta esta segunda oportunidad.
Casi
siempre la muerte se da de una manera traumática o angustiosa. Aunque el ser
humano realice proyectos que le permitan ser alguien en la vida de tal manera
que pueda olvidar que es un ser finito o un ser para la muerte como han
afirmado algunos filósofos existencialistas, lo más seguro es que morirá.
Porque la muerte es un hecho natural que todo organismo en este mundo tiene que
experimentar. Sin embargo, solo los seres humanos dotados de razón son capaces
de reflexionar, asimilar, y vivirla, porque él es el único ente capaz de tomar
conciencia de que es un ente mortal. Es decir que tiene conciencia de la muerte
y que esta se le manifiesta como un misterio. Pero si pudiéramos desnudar a la
muerte y explicarla esta perdería su sentido de misterio e implicaría una
conquista, por parte del ser humano, que de una u otra manera tornaría a la
vida en monótona.
Título: Descripción
fenomenológica de la angustia ante la muerte como hallazgo de la fundamentación
de los valores.
Tema: El
miedo a la muerte
Pregunta: ¿Será
la experiencia de la angustia que manifiestan las personas que están al borde
la muerte un motivo por el cual se intenta construir una vida con principios y
valores?
Justificación
Cuando
nos remitimos a la muerte casi siempre sentimos miedo por nuestra condición de
finitud. Asimismo, cuando pensamos en la muerte nuestra mente comienza a
divagar en la nada. Otra de las preguntas que se asoman a nuestro pensamiento
es si existe un más allá. O si después de la muerte habrá algo más en que poner
nuestra esperanza. O es por el hecho de que sentimos angustia al vacío o a la
idea de la nada. Por eso nuestra mente crea el pensamiento de un más allá, es
decir, de otra realidad que, si bien no conocemos, sin embargo, nos interpela.
Lo
que no podemos dudar acerca de la muerte es que es un paso que todo ser humano
tiene que dar. La muerte es algo trágico que da una sensación de tristeza,
angustia y soledad. De igual forma, cuando se piensa en la muerte lo que no se
puede dudar es que esta se da por causas diferentes, por ejemplo, la
enfermedad, actos violentos, accidente de tránsito, suicidio, etc.
Pensar
en la muerte desconcierta, da nostalgia y pánico. Es pensar en que nunca se nos
volverá a ver en la vida y que seremos enterrados o cremados da una sensación
de vacío en el estómago, sudoración fría, una sensación inexplicable, que causa
mucho terror, el saber que nunca nadie podrá estar contigo y te pudrirás. Esto
causa mucho pesar y se comienza a extrañar todo el entorno que hay en la
realidad material todo lo que puedo sentir, palpar y dejaré al pasar a la
muerte.
Un
cuerpo inerte frio sin vida que no siente del cual se puede hacer cualquier
cosa porque no siente, no piensa, no actúa, es simple materia. Personalmente al
tener la experiencia del miedo, sentirme asechado por algo en la oscuridad y al
escuchar disparos, generan que mi cuerpo se vuelva frio y que el corazón
comience a latir más y más fuerte. De manera que tengo la sensación de peligro,
entonces, se activa el instinto de supervivencia al sentirme amenazado por la
muerte.
Las
razones que me condujeron a reflexionar, investigar y escribir sobre el tema de
la angustia y la muerte fue resultado de un camino de haber sido testigo de la
experiencia que un pariente cercano vivió. Y, cómo la muerte es el fin último
de todo mortal basándome en las problemáticas que he visto al morir de algunos
familiares.
Otra
de las razones es porque en ocasiones siento pánico personal ante la muerte, y
si esta es algo que genera en mí un estado de vida regida por los principios
éticos, religiosos y morales. Además, me he preguntado si el querer ser
sacerdote es un impulso a buscar una vida virtuosa de tal manera que cuando a
mi llegue el momento de estar al borde de la muerte esta sea menos angustiosa o
si es una realización o una búsqueda genuina de lo trascendente.
Síntesis
En
la investigación sobre el miedo a la muerte, partimos desde el pensamiento que
los bienes materiales no otorgan sentido cuando se piensa el miedo a la muerte.
Porque desde que nacemos, hay una sola cosa que será inevitable para
nosotros, en algún momento, vamos a morir. Aun cuando haya sido el hombre con
más riquezas, la muerte llega de igual forma a la plenitud. Sin embargo, aun
cuando morir es lo único que sabemos que nos pasará, nadie habla de ello. La
muerte es como un tabú.
De
esta manera, al hablar sobre la
separación del cuerpo y del alma, pareciera que hace referencia a una visión
platónica. Sin embargo, nosotros en este texto no hablamos de un dualismo, sino
de una unidad del ser humano como una realidad.
Discusión
Como
punto de discusión retomo la experiencia de un familiar ante la muerte. Cuando
a mi padrastro le diagnosticaron que tenía insuficiencia renal en fase terminal
y que para sobrevivir un poco más tenía que realizarse diálisis, se lo tomó
como algo irrelevante y sin sentido pues él tenía problemas de alcoholismo
cuando los médicos le propusieron una dieta. El hacía todo lo contrario, su
pensamiento sobre la muerte, era que de algo tenemos que morir, hay que darle
gusto a la vida, pero con el paso de los días su enfermedad empeoró, y comenzó
a replantearse la vida puesto que pensaba en todo lo que él había hecho desde
su juventud.
Él
no creía en Dios, pero si creía que existía el diablo, acude a brujos, juega la
guija, pero ante el umbral de la muerte comienza a buscar una trascendencia, él
siempre se tuvo por ateo. Pero comienza a creer, comienza a sentir
desesperación y angustia al estar ante la muerte.
El
pensar en sus hijos y qué será de ellos genera en él la angustia y comienza a
sentir nostalgia por los que ya no volverá a ver, llora y pregunta que si hay
un Dios. Que si existe Dios que le ayude, porque no quiere morir. Pero, le da
un paro al corazón y muere. Se lleva al hospital y allí lo dan por muerto. A
las horas vuelve en sí, pero su reacción es otra, quiere
pedir perdón a todos, quiere hablar con todos los familiares para pedirles
perdón.
Según Kierkegaard,
citado por Canals Vidal, en el tema de la desesperación y el pecado nos dice que
la desesperación es
considerada como una enfermedad, porque en realidad la desesperación es algo
muy dialectico, con ella ocurre como con la muerte ya que esta, en la
terminología cristiana, también viene a significar la mayor miseria espiritual
y sin embargo la curación está precisamente en morir a todas las cosas terrenas.
(Canals Vidal, 1990, pag.36)
Además, Miguel
Ángel Castro llora porque en su juventud trató mal a una joven que luego se
hizo prostituta y quiere pedirle perdón y encomienda que le den una carta en la
que expresa que le perdone. Pide perdón
a todos por sus errores, habla de que no hay que perdernos haciendo cosas
sinsentido, comprende solo después de este paso que los valores son necesarios
para alcanzar algo que no expresó cuando murió por unos instantes.
No
podemos dejar de lado el sentido familiar que ata a la vida, así como el apego
a lo material al momento de morir. Sin embargo, cuando esto sucede los bienes
materiales tales como la casa, carro, ropa, etc., en ese momento de transición,
no se irán con el sujeto, nada material puede sustentar y otorgar significado a
la vida misma en ese momento.
De
algo de lo que también no podemos dudar es que el ser humano está conformado de
cuerpo y alma. Aunque esto pareciera retornar al dualismo platónico, no
obstante, esta distinción que realizo en esta descripción hace referencia no al
dualismo platónico sino a la unidad del ser humano. Además, este hecho
contradice los argumentos de los materialistas. Porque, en el momento de la
muerte, tal es el caso de mi pariente más cercano que fue declarado muerto en
el hospital pero que horas después de haber sido retirado su cuerpo de dicho
hospital regresó a la vida. Esto significa que, al momento de la muerte, y
ateniéndome a la experiencia empírica de lo que vi, oí y experimenté cuando
este pariente mío volvió en sí, puedo decir que el significado o el sentido de
la existencia no está fundamentada en el materialismo sino en los valores que
guían la vida. La muerte es la separación
del alma y del cuerpo a esto, es lo que muchos le tienen pánico el
desprendimiento del alma del cuerpo que es un indicador que el cuerpo no tiene
vida.
El
tener miedo a la muerte significa que se tiene miedo a experimentar cambios
drásticos en la vida, porque la muerte es uno de los temas más complejos para
reflexionar. El miedo es un indicador, que el tema es de vital importancia y
que por consiguiente se debe reflexionar, porque el miedo es humano y la muerte
es humana y solo el ser humano es el único ser dotado de razón que le teme a la
muerte. Muchos por su condición moral otros por su condición religiosa, y otros
porque llevan una vida disoluta sin valores.
Para
Kierkegaard el gran problema del pensamiento, es el problema del
existencialismo y él desde allí trata de explicar la inmortalidad, habla de la
subjetividad y de la verdad tratada y definida desde el punto de vista ético. La
ética quiere precisamente destruir el desinterés de la posibilidad haciendo de
la existencia, el supremo interés. Por ello para este autor la ética desea
impedir las tentativas de la confusión porque esta contempla el mundo y el
hombre.
Dice
Kierkegaard,
citado por Canals Vidal, hablando humana mente la muerte es lo último de
todo y solo sabe abrigar esperanza mientras se vive, desde el punto de vista
cristiano la muerte no es en modo alguno el fin último de todo, si no un
sencillo episodio, incluso en la totalidad de una vida eterna, según el sentido
cristiano en el pensamiento de la muerte caben muchas más esperanzas en la que nosotros
los hombres llamamos vida por mucho que la vida sea plena salud y fuerza.
(Canals Vidal pag.38)
Conclusión
La
muerte es algo natural que todo organismo experimentará. Además, cuando
hablamos de la muerte nos remetimos que
el final de esta no es el final de la vida, sino un camino lleno de principios
y valores. Por lo tanto, en nuestra finitud esta la evidencia de un mundo desconocido para la muerte
Referencia:
Vidal, F. (1990). Textos
de Los Grandes Filósofos Edad contemporánea. Barcelona: Editorial Herder.
Conclusión
Después
de haber realizado este trabajo en conjunto, llegamos a la conclusión de la
importancia que tiene el realizar la investigación fenomenológica dentro de una
comunidad de investigadores. Porque esto
proporciona mayor objetividad, a través del diálogo continuo del debate, de la
reflexión y de la puesta en común de los materiales encontrados, y que, además,
refuerzan la investigación que se está llevando a cabo. Asimismo, permite a
partir de las descripciones de cada investigador encontrar las evidencias
necesarias que sustenta dicho trabajo investigativo.
No obstante, el trabajo en equipo
presenta una desventaja, y es que en algún momento de la discusión se puede
llegar a “perder tiempo”, en debates que más que aportar a un punto de vista en
común, dispersan o limitan el trabajo de
investigación. Sin embargo, esta desventaja puede llegar a convertirse en una
riqueza de conocimiento y de experiencias subjetivas que dan paso a la
construcción de un conocimiento objetivo.
Por
lo tanto, concluimos que los trabajos antes presentados, más que proporcionar o
intentar ser investigaciones exhaustivas son experiencias de una pequeña
comunidad de estudiantes de fenomenología que intentaron aplicar el método
fenomenológico.
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